8. Numismática El dinero, detrás de su obvia función como medio de pago, tiene un aura de misterio e intriga y esconde un mundo de significados. Innumerables leyendas en diversas culturas cuentan historias de monstruos que preservan grandes tesoros enterrados en las entrañas de la tierra o mencionan maldiciones enlazadas con tesoros pertenecientes, por ejemplo, a piratas y malandrines. Desde la antigüedad, muchas supersticiones se han basado en un simbolismo mágico asociado con las monedas. Por ejemplo, investigaciones arqueológicas (sobre todo en Europa) han desenterrado grandes cantidades de monedas en sitios de peregrinaje o en santuarios religiosos. Ello indica que ofrendar monedas era prueba de sacrificio. La costumbre –que aún perdura hasta nuestros días– de arrojar monedas a las fuentes, proviene de un hábito de los antiguos griegos de depositar una moneda en los lugares de donde surgían aguas termales, acción con la que creían asegurarse la protección de alguna divinidad. Otra costumbre que aún se observa, la de colocar una moneda en los cimientos de un edificio, es un recordatorio de la creencia antigua de que un sacrificio es indispensable para asegurar la durabilidad de cualquier estructura. Durante siglos, se creyó que las monedas de oro tenían poderes sobrenaturales. Aun hoy, mucha gente carga con su “moneda de la suerte” (sea o no de oro) para atraer la buena suerte y protegerse de la mala. Pero las monedas también se han visto como la representación de los instintos más impuros y bajos del ser humano. Por ejemplo, según el Nuevo Testamento, Judas vendió a Cristo por treinta denarios, una antigua moneda romana de donde proviene nuestra palabra dinero. Las monedas antiguas han servido para reconstruir la historia de civilizaciones enteras. Por ejemplo, en su libro La historia romana a partir de las monedas (1958), el historiador británico Michael Grant explica, a partir de las monedas que se conservan de la época del emperador Augusto (31 a.C.-14 d.C.), los cambios y transformaciones que sufrió el imperio romano. Dada la gran extensión de éste, las monedas sirvieron como medio para dar a conocer a los súbditos las últimas victorias de los ejércitos y los cambios que ocurrían en Roma. Respecto a las monedas que usamos hoy en día podemos preguntarnos: ¿Por qué tienen esos grabados y leyendas? ¿Por qué incorporan ciertos símbolos y no otros? ¿Por qué son redondas? ¿Por qué se emplean determinados metales en su fabricación? La ciencia que se encarga de estudiar las monedas se conoce como numismática. Es una ciencia porque no se limita a la colección y clasificación de las monedas, sino que las emplea para explicar diversos fenómenos de la historia humana. Por extensión, hoy en día se entiende por numismática no sólo el estudio sistemático de monedas, sino también de billetes, medallas y otros objetos similares. La palabra numismática viene del latín numisma (moneda), que a su vez se deriva del griego nomisma. Esta última proviene de nomos, que significa costumbre, convención o ley. El valor del dinero es producto de la costumbre o la convención, de ahí que la palabra griega para “convención” derivara en la palabra empleada para designar al dinero. Aunque el término numismática suele emplearse indistintamente para designar tanto el estudio de las monedas como la actividad de coleccionarlas, puede trazarse una distinción entre ser un numismático (el que se dedica a estudiar las monedas) y ser un coleccionista de monedas (como pasatiempo). Se puede ser un numismático sin ser un coleccionista; se puede ser un coleccionista sin ser un numismático; o se puede ser ambas cosas a la vez. Índice
8.1.1. La aparición del dinero metálico La necesidad de intercambiar bienes ha estado presente desde el inicio de la historia humana; sin embargo, los objetos que las personas entregan para obtener a cambio otros; es decir, el medio de intercambio, ha variado enormemente. En las sociedades pastorales y agricultoras se utilizaba el ganado (vacas, ovejas, bueyes). Su uso estaba tan extendido que el término pecuniario, que usamos hoy en día para referirnos a todo lo relativo al dinero, proviene del latín pecus, que significa ganado. Otros medios de cambio usados con frecuencia en las sociedades antiguas fueron los productos agrícolas como la cebada y el trigo. En el antiguo Egipto existían incluso bancos de granos pertenecientes al gobierno que no servían para la alimentación de la población, sino como reservas para comprar otros productos. Un producto que fue ampliamente utilizado como medio de pago tanto en el imperio romano como en China fue la sal. De hecho, nuestra palabra salario proviene de la práctica de los generales romanos de recompensar con sal los servicios de los soldados. Otros productos que hoy en día podrían parecernos inusuales como medio de pago y cambio, pero que cumplieron con esa función en el pasado, son: el té, las almendras, el azúcar, la mantequilla, el ron y las pieles de animales. Las conchas de mar también fueron usadas como medio de cambio en muchas islas tropicales, así como en zonas costeras de países como China. En las Islas Salomón (Oceanía) se usaban los dientes de la marsopa (una especie de pequeño delfín). Otro ejemplar famoso de dinero no convencional es el empleado en la antigüedad en la isla de Yap (actual Micronesia). Se trata de dinero esculpido en piedra (aragonita) con diseño circular y un hoyo en el medio. Se conservan ejemplares que van desde unos cuantos centímetros hasta los cuatro metros de diámetro. En Mesoamérica tuvo gran importancia el cacao que fue empleado como dinero por muchos pueblos, incluyendo a los mexicas. Hacia el siglo VIII a.C. en la península itálica se comerciaba con un objeto llamado aes rude: un lingote de cobre o bronce de diversos tamaños. Durante las excavaciones realizadas en la antigua Troya a finales del siglo XIX fueron halladas barras de metal en forma de lengua, las cuales se cree que sirvieron como dinero. En China, desde antes del año mil a.C. se empleaba metal como medio de cambio bajo diversas figuras como azadas, palas y hoces, que además de servir como instrumentos de labranza fungían como dinero. Durante el siglo VII a.C., comerciantes chinos empleaban también pequeños cuchillos sin filo para sus transacciones. Otra variante en el uso del metal como moneda eran las barras de plata que se cortaban en pequeños cuadros conforme fuera siendo necesario para el intercambio de bienes. La moneda metálica que conocemos hoy en día nació en la antigua Grecia en el siglo VII a.C., específicamente en el reino de Lidia en Asia Menor (hoy Turquía) durante el reinado de Ardis (652-615 a.C.). Las monedas eran acuñadas en oro blanco o electro, una aleación de oro y plata que se encontraba en estado natural en las montañas y ríos de esa región. Estas monedas llevan una sola cara grabada, la otra presenta las muescas del pequeño yunque en que se acuñaron. El rey Creso (561-546 a.C.) de Lidia fue el primero en producir monedas de oro estandarizadas, las cuales llevaban en el anverso un diseño que representaba el símbolo real (un león enfrentando un toro). Sorprendentemente, las monedas de Creso estaban hechas de oro en un 98 por ciento, un logro impresionante si se toman en cuenta los medios primitivos de aquellos tiempos para procesar metales preciosos. La práctica de la acuñación de monedas sufrió una nueva revolución al llegar a Atenas en el siglo VI a.C. Por primera vez se produjeron monedas con diseños tanto en el anverso como en el reverso. La diosa patrona de la ciudad, Palas Atenea, ocupaba el anverso, mientras que en el reverso aparecía un búho, el ave sagrada que representaba a la diosa. Puesto que Atenas controlaba las minas de plata de Laurium, era capaz de acuñar grandes cantidades de monedas en ese metal. La acelerada producción no siempre permitía controlar la calidad de las piezas, las cuales solían tener una circunferencia irregular y diseños no homogéneos. Con todo, las monedas atenienses llegaron a ser usadas en gran parte del mundo antiguo. Se han encontrado piezas en lugares tan alejados de Atenas como Siria, Egipto, Sicilia e incluso España. Otra ciudad griega de gran importancia para la acuñación de monedas fue Corinto. Las piezas corintias muestran también a Atenea en el anverso, pero se distinguen por mostrar al caballo alado Pegaso en el reverso. Pero Atenas y Corinto son sólo dos ejemplos; una enorme variedad de acuñación de moneda, sobre todo de plata, ocurrió en el mundo griego antiguo. Más de 1 400 ciudades-Estado autónomas se encargaban de acuñar su propio dinero metálico y sus casas de moneda permanecieron activas durante siglos. Se cree que solamente en Asia Menor existieron más de cuatrocientas. El otro centro importante de la antigüedad para la historia de la acuñación de monedas es la República y el Imperio Romanos. Conforme la república romana se expandía hacia Grecia, la influencia de ésta no se hizo esperar en ámbitos como las artes, la filosofía, la política y, desde luego, la acuñación de monedas. Los romanos adoptaron el modo griego de acuñar piezas en metal, y ya desde sus inicios emplearon las monedas no sólo como medio de cambio sino también para conmemorar eventos importantes como la victoria naval sobre Cartago en el 270 a.C. La moneda más importante emitida por la antigua Roma, y que serviría como base del sistema monetario tanto de la república como del imperio, fue el denario, una moneda de plata de donde deriva nuestra palabra dinero. En el reverso de estas monedas se acostumbraba grabar diseños que remitían a la fundación mitológica y al auge de Roma. Una vez que la república romana fue transformada en Imperio (27 a.C.) bajo el gobierno de Octavio Augusto, la acuñación de monedas se convirtió en una práctica para enaltecer a los emperadores: los perfiles de cada uno de ellos se grabaron en los anversos de los denarios, mientras que en los reversos se colocaban símbolos relativos a la expansión del imperio (por ejemplo, un cocodrilo para simbolizar la conquista de Egipto por parte de Augusto) alegorías (al pudor, la virtud, etc.), monumentos civiles, militares y religiosos, etc. Con la caída del Imperio Romano de occidente en el año 476 d.C., la acuñación de monedas pasó a Bizancio, la capital del imperio romano de Oriente. Esta época se considera el inicio de la acuñación medieval, en la que disminuyó considerablemente el número de piezas acuñadas, así como la calidad en los diseños de las mismas comparadas con las monedas producidas en Roma y Grecia. La mayor parte de las piezas bizantinas representan al emperador en turno de vista frontal, con algún símbolo cristiano y, en ocasiones, acompañado de su familia. A partir del reinado de Justiniano II (685 d.C.) las monedas empezaron a mostrar efigies de Cristo en diversas posturas, incluyendo algunas en las que se le ve bendiciendo al emperador en turno. En la época de esplendor del imperio las monedas estaban acuñadas en oro, plata y cobre. Dos de los centros más importantes para la acuñación medieval fueron Francia y Alemania. En 751, Pipino El Breve fue coronado rey de los francos; una de sus más importantes acciones fue devolver a la corona el derecho exclusivo de acuñar moneda, derecho que había sido repartido entre diversos particulares durante las invasiones bárbaras. Pipino acuñó el denario de plata, el cual se volvió la unidad monetaria básica de la Europa medieval. Estas monedas no presentaban la efigie del rey, sino solamente símbolos del poder regio como una cruz, una estrella o un hacha. El hijo de Pipino, Carlomagno, reintrodujo la costumbre de representar la figura del emperador en las monedas. En el territorio que hoy ocupa Alemania, durante la Edad Media diversos pequeños reinos compartían el poder. Muchos príncipes y prelados ostentaban el privilegio de acuñar moneda. El resultado fue una proliferación de diversos tipos de monedas, muchas de ellas con bellos diseños góticos. El tema principal de las mismas era la religión cristiana: se representaban escenas bíblicas y de martirios de santos. Otras monedas medievales importantes son el ducado veneciano (la moneda más longeva de la historia, pues se mantuvo en circulación desde el siglo XIII hasta la primera guerra mundial) y el florín, acuñado en Florencia. En España, la acuñación medieval refleja la tensa situación política de la época. Gran parte de la península estaba en manos de los árabes, y los reinos cristianos del norte –León, Castilla y Aragón– luchaban por expulsarlos. La influencia arábiga en la acuñación española se aprecia en las monedas que acuñaban los reyes de Castilla a finales del siglo XII. Estas monedas contienen inscripciones relacionadas con la fe cristiana pero escritas en árabe. Gran parte de la acuñación de la época tiene influencia de las monedas de Carlomagno: unas monedas pequeñas de plata llamadas dineros (derivación de la palabra denario) circulaban por toda la península. Los reinos de Castilla y Aragón se unificaron en 1469 con el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (los Reyes Católicos). Las imágenes coronadas de ambos aparecen en las famosas monedas de oro acuñadas para celebrar la victoria decisiva sobre los moros en Granada en 1492. Se trata de la pieza llamada excelente de oro, acuñada por primera vez en 1497. De esta pieza proviene el doblón, el cual equivalía a dos excelentes y se convirtió en la moneda de oro de uso más común en todo el mundo. Gran parte de la producción de doblones fue posible gracias al oro proveniente de las posesiones españolas en América. La otra moneda más importante acuñada a partir de la reconquista de la península fue el real de plata. Como en tantos otros campos, el Renacimiento italiano trajo para la acuñación de monedas un cambio profundo y una vuelta a los ideales clásicos (griegos y latinos). Las repúblicas independientes de Génova, Venecia y Florencia acuñaron piezas que retomaban los diseños clásicos; además, y siguiendo el ideal republicano de la época según el cual las leyes y no los hombres debían ser honrados en los Estados, las monedas no representaban la efigie de los gobernantes. Los príncipes de Milán no se ajustaron a esta política y mandaron acuñar monedas en su honor, en donde se representaba su cabeza. De ahí que estas monedas fueran conocidas como testoni, que proviene del italiano testa (cabeza). En Portugal, estas monedas se conocían como tostaos; de ellas deriva la palabra tostón, todavía usada en español para designar monedas de ciertas denominaciones. El cambio más claro entre la acuñación medieval y la moderna se dio en los Alpes, en la frontera entre Italia y Alemania, donde el archiduque Sigismundo (quien gobernó la región de Tirol de 1439 a 1496 y era conocido como “el rico en monedas”) comenzó a acuñar grandes cantidades de monedas de plata conocidas como Halbguldiner, cuyo tamaño era tan grande como el de los dólares de plata utilizados en Estados Unidos durante el siglo XX (cuatro centímetros de diámetro). El contenido de plata de los Halbguldiner superaba por mucho los estándares de la época. Sigismundo introdujo nuevas técnicas de acuñación de moneda y nuevas reglas para determinar el contenido de metal de las piezas. De estas monedas se derivan los táleros, denominación de las piezas más importantes en Europa durante casi tres siglos. Los táleros fueron creados durante el reinado de Maximiliano I como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1493-1519), en el llamado “Valle de San Joaquín”. En este lugar se acuñaron dos millones de piezas de plata en ocho años; esas piezas inundaron el comercio de toda Europa y fueron conocidas como thaler (“valle” en alemán). Cabe señalar que la palabra dólar deriva de thaler. El tálero llegó a ser sinónimo de moneda de plata en Europa y fue una moneda ampliamente usada y aceptada en todo el continente. Otro cambio importante ocurrió en 1795 en Francia, durante los turbulentos tiempos de la revolución. No solamente se empezaron a acuñar monedas que dejaban de lado los símbolos reales a favor de los republicanos, sino que se adoptó un nuevo sistema monetario: el sistema decimal. Este sistema –que habría luego de ser adoptado en casi todos los países– dividió el franco en diez décimos y cada décimo en diez céntimos o centavos. Hacia finales del siglo XIX el papel moneda fue sustituyendo progresivamente a la moneda como el medio de cambio por excelencia. Las monedas dejaron de ser acuñadas en metales preciosos y gran parte de los lujosos y exquisitos diseños del pasado han desaparecido. En la actualidad, las monedas son consideradas básicamente como “cambio” o “morralla” en las transacciones cotidianas. Ello no significa, desde luego, que no existan diseños bellos e interesantes, ni que las monedas hayan dejado de contar historias acerca de los gobiernos y las naciones. Todo lo contrario. Lo que sí ha ocurrido es que el rol central que tuvieron en el pasado ha sido ocupado por el papel moneda e, incluso, por el dinero plástico (tarjetas bancarias) y hasta electrónico (como las transacciones realizadas por Internet). En el caso particular de la moneda mexicana , sus inicios se remontan al año 1535 cuando se fundó la Casa de Moneda de México. 8.1.2. La aparición del dinero de papel La primera noticia que tuvieron los europeos del papel moneda data del siglo XIII, cuando Marco Polo en su viaje a China, contó que en la ciudad de Kanbalu (la moderna Pekín) “el gran (Kublai) Khan poseía el secreto de los alquimistas, ya que había descubierto cómo producir dinero de la nada”. Relata cómo a partir del árbol de la mora producían papel, el cual era cortado en rectángulos más largos que anchos y que equivalía al valor de diferentes monedas. Cuenta también lo siguiente: “La acuñación de este papel moneda es validado con tanta ceremonia como si se tratara de oro puro o de plata. Por cada nota o pedazo de papel producido, un grupo de oficiales especialmente designados para la tarea no sólo pone sus nombres y firmas, sino que el oficial en jefe, el cual representa al emperador, sumerge el sello real en bermellón y estampa a continuación la pieza con él, con lo cual ésta recibe completa autenticidad como dinero corriente. El acto de falsificar estas notas es castigado con la pena de muerte”. El dinero de papel descrito por Marco Polo era aceptado como medio de pago en sustitución de las monedas y podía ser cambiado en caso de necesidad por plata u oro. Sin embargo, el dinero que vio Marco Polo no era una novedad para los chinos. El “dinero volador” (nombre que le dio el explorador a esta clase de dinero) era usado en China desde 618, cuando fue creado por la dinastía Tang. En este tiempo, el papel moneda era en realidad recibos que el Estado entregaba a los comerciantes a cambio de bienes cuando la escasez de monedas volvía imposible el pago al contado. En los siglos siguientes otras dinastías chinas emitieron su propio papel moneda, el cual solía estar restringido a una determinada ciudad o provincia. Con la llegada de la dinastía Ming (1368-1644) el papel moneda adquirió un uso casi universal por toda China. Ello provocó una emisión descontrolada de billetes, lo que hizo que perdieran valor y, con ello, la confianza en este medio de cambio decayó. Se imprimía más dinero para poder pagar los precios de los bienes pero los precios aumentaban como consecuencia de la impresión de más dinero. La dinastía Ming decidió repudiar el uso de papel moneda a mediados del siglo XV. Intentos infructuosos por introducir este medio de pago fueron realizados en Persia (siglo XIII) y en India (siglo XIV) pero en países como Tailandia y Birmania (hoy Myanmar) sí fueron exitosos en esa misma época. En Europa, los comienzos del papel moneda pueden rastrearse en el siglo XIV. La gran prosperidad que experimentaba el continente hizo surgir grandes familias de banqueros como los Fuggers en Alemania y los Medicis en Florencia. Estos banqueros aceptaban depósitos en monedas y en bienes, y daban recibos a los usuarios que podían a su vez, ser negociados por éstos como si fueran las monedas o los bienes mismos. El establecimiento de los bancos privados en los siglos XVI y XVII dio paso a una nueva invención: la emisión de notas bancarias que, igualmente, cumplían la función de ser un medio de pago. Así pues, el uso del papel moneda en el mundo occidental fue una iniciativa de los banqueros y no de los gobiernos. El primer registro de papel moneda como tal en Europa se remonta a 1661, en Suecia, donde el banquero Johan Palmstruck obtuvo permiso de la corona sueca para emitir notas de crédito con el propósito de suplir la falta de dinero contante y sonante. Para prevenir la falsificación, estas notas llevaban las firmas de ocho oficiales y el papel en el que estaban impresas tenía marcas de agua. Este primer experimento tuvo un triste final, pues el banco no tuvo la solvencia para pagar a los portadores de las notas de crédito y al final, Palmstruck fue encarcelado. En Francia ocurrió un incidente similar que contribuyó a desacreditar el papel moneda en occidente. En 1716, el banquero escocés John Law convenció al duque de Orleans para que se le permitiera abrir un banco, el Banque Generale (Banco General), que supuestamente contribuiría a apuntalar las finanzas francesas. El banco abrió sus puertas sustentado en doce mil acciones con un valor de 500 libras cada una. Law comenzó a imprimir papel moneda, cuyo valor estaba sustentado en un inicio por estas acciones. Sin embargo, Law abrió otros bancos (la Compañía de Occidente en Canadá y la Compañía de las Indias en China y las Indias Orientales), los cuales imprimieron dinero teniendo como respaldo las mismas doce mil acciones del Banco General. El resultado fue una especulación galopante que hizo que el precio de las acciones pasara de 500 a 18 mil libras. Una vez que los poseedores de estas notas quisieron cobrar su dinero, Law fue incapaz de responder a los clientes, con lo que la confianza en sus bancos desapareció y, por consiguiente, el papel moneda francés perdió todo valor. A diferencia de lo que ocurrió en Europa, en las colonias inglesas en América (actualmente Estados Unidos) el papel moneda fue bien recibido. En 1690, Massachusetts comenzó a imprimir billetes como una manera de solventar una deuda de cincuenta mil libras. Dos años después, estas notas de crédito fueron declaradas moneda legal para toda clase de transacciones. También comenzaron a imprimir billetes Carolina del Sur en 1703 y Connecticut en 1709. En 1791, el primer secretario del Tesoro de los ya independientes Estados Unidos, Alexander Hamilton, propuso la creación de un banco central que fuera el único autorizado para imprimir billetes. De esa manera, se evitó que los estados autorizaran a bancos locales para imprimir dinero; esos bancos solían emitir billetes sin los suficientes fondos que los respaldaran. Así, la confianza en el papel moneda quedó establecida definitivamente en Estados Unidos. La idea de Hamilton provenía de la experiencia de Inglaterra. En ese país fue fundado el banco central en 1694, con el propósito de unificar la acuñación de moneda y la emisión de billetes. El origen del papel moneda inglés fueron las órdenes de pago de los joyeros londinenses, las cuales eran reembolsadas al ser presentadas por el cliente. De tiempo en tiempo, sobre todo en épocas de guerra o de escasez extrema, la inflación (aumento de precios) descontrolada hace que la confianza en el papel moneda, y por tanto su valor, desaparezcan. Así ocurrió en Alemania después de la primera guerra mundial. En unos cuantos meses, la moneda se depreció al punto que se comenzaron a imprimir billetes con valor facial de un millón de marcos. En Hungría se dio un fenómeno similar en 1946 tras la segunda guerra mundial. La unidad monetaria, el pengo, fue sustituida por el milpengo que equivalía a un millón de pengos. En unos cuantos meses, el gobierno introdujo el bilpengo, equivalente a un billón de pengos. Finalmente, el pengo tuvo que desaparecer y el forint fue introducido para devolver la confianza en los billetes. Una característica interesante del papel moneda es que no siempre ha sido impreso en papel. En épocas de escasez, cualquier material imprimible (cartas de baraja, hojas de calendario, páginas de biblias, piel y hasta madera) ha sido empleado como dinero. Por ejemplo, en 1574 los habitantes de la ciudad holandesa de Leiden, que se encontraba sitiada por tropas españolas, arrancaban hojas de los libros de rezo y las estampaban para que funcionaran como dinero legal durante el asedio. En los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial, se improvisaban billetes que servían para que los prisioneros comerciaran entre sí. Finalmente, un ejemplar particularmente raro de “papel moneda” son los billetes de 500 rublos emitidos en 1921 por el gobierno de Uzbekistán, que fueron impresos en seda. En el caso particular del billete mexicano, sus inicios se remontan al año 1813, durante el movimiento para lograr la independencia de México. 8.1.3. Los inicios del coleccionismo de monedas Es común encontrar en libros de historia numismática la afirmación de que esta disciplina surgió hasta el Renacimiento italiano en los siglos XV y XVI. En cierto modo esta creencia es correcta. La numismática como una ciencia que investiga la historia detrás de las monedas, surgió durante el Renacimiento pero la actividad de coleccionar monedas de manera sistemática para diversos fines, es mucho más antigua. Gracias a los historiadores romanos se sabe que el emperador Octavio Augusto (27 a.C.-14 d.C.) coleccionaba monedas viejas y provenientes de países extranjeros; algunas de ellas las conservaba y otras las otorgaba como regalos a sus amigos y a personajes importantes. También existe evidencia arqueológica de que el coleccionismo de monedas es una actividad muy antigua. Por ejemplo, un bulto de aproximadamente setenta monedas romanas de oro encontrado en Vidy (Suiza) no contenía dos monedas idénticas, lo cual lleva a pensar que las monedas formaban parte de una colección creada durante el dominio romano en esa región. Durante el reinado de Trajano Decio (249-251 d.C.), la casa de moneda de Roma emitió una serie de monedas conmemorando a todos los emperadores que habían sido deificados (es decir, alabados como dioses), desde Augusto hasta Severo Alejandro. Los diseños en dichas monedas eran réplicas de los que habían adornado las monedas acuñadas durante los reinados de estos emperadores, algunas de las cuales tenían más de 300 años de antigüedad. Entonces se puede interpretar que la casa de moneda romana guardaba ejemplares de estas monedas antiguas para emplearlas como prototipos; es decir, como modelos para crear nuevas piezas. En el año 805 d.C. el emperador Carlomagno mandó acuñar monedas que se asemejaban al estilo de las monedas de la Roma imperial, las cuales eran coleccionadas para servir como modelos a los grabadores de esa época. Se conoce también un manuscrito del año 1274 que fue hallado en un monasterio de Padua (Italia). Se titula Thesaurus magnus in medalis auri optima y es un catálogo de una colección de monedas antiguas que se hallaba en dicho monasterio. Finalmente, se sabe que Petrarca (1304-1374), humanista y precursor del Renacimiento italiano, formó una importante colección de monedas antiguas. 8.1.4. Un pasatiempo de príncipes y burgueses y el inicio de la ciencia numismática El coleccionismo de monedas se transformó durante el Renacimiento por dos razones principales. En primer lugar, surgió un importante mercado de compra y venta de piezas numismáticas. La segunda razón es el surgimiento del interés por ir más allá del simple coleccionismo para investigar la historia detrás de cada pieza numismática y así, utilizar las monedas como una herramienta para reconstruir la historia de culturas y civilizaciones. Puesto que en ese tiempo la demanda de monedas antiguas era mucho mayor a la oferta, los precios de las piezas eran muy elevados. En consecuencia, durante los siglos XV y XVI, el coleccionismo de monedas era un pasatiempo de príncipes y burgueses, ya que eran ellos quienes podían permitirse invertir grandes sumas de dinero en adquirir piezas antiguas. En esa misma época, importantes artistas italianos como Benvenuto Cellini (1500 – 1571) fueron contratados para crear copias de monedas antiguas cuando las originales no estaban en venta. Muchas de estas piezas no tenían valor numismático en ese momento puesto que no se trataba de piezas originales pero eran verdaderas obras de arte. Con el paso del tiempo, este tipo de piezas han adquirido importancia desde el punto de vista numismático. Otra consecuencia importante del gran interés renacentista por la numismática fue el inicio de la falsificación a gran escala de piezas supuestamente antiguas para engañar a coleccionistas. Muchas personas a quienes los príncipes y burgueses asignaban la tarea de conseguirles monedas para sus colecciones, eran parte de este negocio ilegal. Para el siglo XVII la numismática había comenzado a transformarse en una actividad académica seria. Como resultado, amplias colecciones fueron creadas en Europa, estudiadas y catalogadas. En muchas universidades importantes se crearon cátedras de numismática como una disciplina auxiliar de la historia o como una ciencia propia. Se empezaron a publicar verdaderos tratados de numismática y no solo catálogos detallados de colecciones privadas. Al mismo tiempo, el interés por la numismática ya no estaba limitado a los ricos sino que gente de diversas profesiones como médicos y abogados, se involucraron en el coleccionismo de monedas y en la investigación. La red de coleccionistas de monedas se incrementó durante el siglo XIX, lo que llevó a la aparición de manuales para coleccionistas novatos. La clase de monedas que se coleccionaban también se amplió: no sólo se coleccionaban monedas antiguas, sino también monedas modernas de diferentes países. La actividad se convirtió en un popular pasatiempo y se formaron asociaciones numismáticas en Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos. Finalmente, durante el siglo XX y principios del XXI la numismática se amplió aún más con el establecimiento de sociedades numismáticas locales en decenas de países, conferencias internacionales, simposios académicos, convenciones para especialistas y para el público en general, entre otras actividades. En México, las sociedades numismáticas surgieron durante el siglo XX y continúan existiendo. Además, la comunidad de numismáticos profesionales ha estrechado sus lazos. 8.2. Partes de las piezas numismáticas Las monedas tienen tres lados. La parte frontal o principal se llama anverso; la trasera o secundaria, reverso; y el canto es el costado. En las monedas bimetálicas, el anverso y reverso tienen dos partes: una central o núcleo y el anillo perimétrico que rodea al núcleo. Los tipos de canto más comunes son: liso, estriado, estriado discontinuo y ranurado. Las leyendas, divisas e inscripciones son las palabras que aparecen en la moneda. Un diseño y leyenda comunes en el anverso de las monedas mexicanas, es el escudo nacional y el texto “Estados Unidos Mexicanos”; respectivamente. En México, el reverso de las monedas presenta la denominación de la pieza, que indica el valor de cambio de la misma (por ejemplo, un peso, dos pesos, cinco pesos, etc.); el año de acuñación (fabricación); la ceca o marca de acuñación que corresponde al sello de la Casa de Moneda de México ( ); y cualesquiera diseños escogidos por el Banco de México y la Casa de Moneda de México, avalados por el Ejecutivo Federal y el Congreso de la Unión. Los billetes tienen dos lados: el anverso (parte frontal) y el reverso (parte trasera). El elemento principal de un billete es su denominación o valor de cambio. La denominación siempre estará presente por medio de un número, pero también puede encontrarse en letras en cualquiera de las dos caras del billete (en el caso de los billetes mexicanos, la denominación se encuentra en ambas). La denominación incluye la alusión a la unidad monetaria que le corresponde (pesos, dólares, euros, etc.). Otro elemento de un billete es el número de serie, numeración o folio, que es una sucesión de números diferente en cada billete pero relacionados entre sí, que permite el control de las emisiones. También está presente una letra o varias que determinan a qué serie corresponde el billete y se especifica la fecha de emisión del mismo. Adicionalmente, los billetes incluyen una leyenda con el nombre de la autoridad emisora (en el caso de nuestro país, se trata de la leyenda “Banco de México”), así como las firmas de los funcionarios que autorizan y validan la emisión de la pieza. Otros dos elementos básicos de los billetes son, por un lado, el diseño (las figuras y motivos que distinguen los billetes de diversas denominaciones) y por otro, los elementos de seguridad (características del billete que sirven para corroborar que sean verdaderos). La diferencia que existe entre una moneda y una medalla es que la primera tiene grabado su valor facial o el contenido de metal fino, mientras que la medalla carece de valor facial o nominal. En otras palabras, una medalla es una pieza acuñada en un metal precioso o corriente que, en vez de cumplir una función de medio de intercambio (es decir, de dinero), conmemora un evento o personaje determinado. En México las hay de proclamación y jura, alusivas a eventos y personajes, masónicas, al mérito, comerciales, etc.; así como órdenes, premios y condecoraciones militares. Las medallas tienen, al igual que las monedas, anverso, reverso y canto. El asunto o tipo de la medalla es el personaje o evento representado en ella. La leyenda o inscripción es el texto grabado que explica el asunto al que alude la pieza. En las medallas, a diferencia de las monedas, el grabador (quien diseña la pieza) goza de mayor libertad creativa, ya que su diseño no se limita a un determinado tamaño, peso y elementos iconográficos. 8.3. Sugerencias para formar una colección numismática Lo más importante que se debe tener en cuenta antes de empezar una colección numismática es que la actividad de coleccionar monedas, billetes, medallas y similares es un pasatiempo. Por tanto, debe resultar divertido o de lo contrario se perderá el interés. También es necesario contar con una estrategia de compra. Se necesita saber cómo rastrear las piezas en las que se está interesado, y cómo la condición, rareza, oferta y otros factores, conforman el valor de la misma. La mayoría de los coleccionistas novatos se obsesionan con el valor de los ejemplares pero ello es solamente uno de los factores a considerar a la hora de iniciar una colección. También es importante identificar en qué piezas se está interesado y los criterios que se seguirán para armar una colección. He aquí algunas sugerencias: i) Por denominación. Intenta formar una colección que incluya piezas de una misma denominación o ejemplares de todas y cada una de las diferentes denominaciones acuñadas (monedas) y/o emitidas (billetes) por el gobierno mexicano. Se puede comenzar con los billetes y/o las monedas actualmente en circulación (que es la colección más sencilla y barata posible) y luego seguir con piezas obsoletas. También puedes especializarte en una denominación en particular. ii) Por tipo. Existen diferentes tipos de billetes y monedas que comparten una misma denominación, emitidos o acuñadas en distintos periodos y que varían en tamaño, diseño, material, etc. Se puede intentar coleccionar todas las variedades o bien, puedes reunir una pieza de cada tipo existente. iii) Por año. Intenta coleccionar una moneda de cada año en el que se acuñó un determinado tipo y denominación. Por ejemplo, intenta juntar monedas de cinco pesos con el diseño actualmente en circulación por cada uno de los años en que han sido acuñadas. También puedes juntar todos los tipos y denominaciones acuñadas en un mismo año, por ejemplo, en el año de tu nacimiento o en algún otro que tenga una relevancia particular para ti. iv) Por año o fecha y lugar de acuñación. Junta todas las fechas y lugares de acuñación para una serie de monedas. Esta clase de colección funciona si se está interesado en monedas de, por ejemplo, Estados Unidos de Norteamérica, en donde existen varios lugares donde se acuñan monedas, cada uno de los cuales posee su propia ceca o marca de acuñación (por ejemplo, una “P” denota Filadelfia; una “D”, Denver; una “S”, San Francisco). En el caso de México, todas las monedas acuñadas a partir de 1905 llevan por ceca: . También se pueden juntar billetes de alguna fecha de emisión en particular. v) Por evento conmemorativo. Junta todas las monedas emitidas para conmemorar algún evento. Por ejemplo, las monedas de cinco pesos conmemorativas de la Independencia y la Revolución. vi) Por país. Junta monedas de diversos países siguiendo algún criterio. Por ejemplo, puedes intentar juntar monedas de un peso en todos los países de América en los que se emplea dicha denominación. También puedes juntar monedas de un solo país. Es importante combatir un prejuicio muy arraigado: que la numismática y el coleccionismo de monedas son disciplinas propias de gente con muchos recursos, lo cual no es necesariamente cierto; cada quien puede diseñar su colección conforme a sus gustos y capacidades económicas. Por ejemplo: para formar una colección de monedas mexicanas ordinarias del cuño 2011 únicamente hay que invertir $18.80. ¿Por qué? Porque las monedas acuñadas en México tienen actualmente las siguientes denominaciones: $10, $5, $2, $1, 50 centavos, 20 centavos y 10 centavos, así que si juntamos estas sietes diferentes monedas para un año determinado sólo habremos gastado $18.80. Una vez que se ha determinado un plan para armar una colección, es necesario serle fiel. Si se pierde de vista el plan, se acabará agobiado por la cantidad de posibilidades para formar una colección numismática. Cuando se haya terminado con una colección determinada, entonces se podrán adoptar nuevos criterios y así continuar la búsqueda o bien iniciar una nueva colección. Esto último nos conduce a la pregunta: ¿Qué es lo que hace que una colección esté completa? Al iniciar una colección, uno debe fijar sus propias metas y sus propios estándares para determinar si una colección ha sido terminada o no; ya que no existe un único modo de coleccionar. Es por ello que se deben seguir los propios intereses para que la colección resulte lo más personal y lo más apasionante posible. Claro está que, una vez que se ha determinado el campo de interés (por ejemplo, todas las monedas conmemorativas del bicentenario de la Independencia), se deberá recopilar información para cerciorarse de que en realidad se ha completado la colección que se pretendía. 8.4. Cuidados de una colección numismática Uno de los primeros pasos al iniciar una colección numismática, es escoger el soporte adecuado para proteger las piezas. Existe una gran variedad de accesorios para proteger, almacenar y exhibir una colección. Hay soportes diseñados para almacenar las piezas por periodos cortos de tiempo, mientras que otros las protegen por muchos años. También es importante saber que algunos pueden ser nocivos para las piezas. Algunas opciones son las siguientes: i) Sobres de papel. Es una manera tradicional y económica de preservar una colección. Vienen en diferentes tamaños y presentaciones. Se puede escribir información acerca de la pieza en la parte exterior del sobre, como su lugar de procedencia y año, por ejemplo. Además, se pueden comprar sobres de diferentes colores para señalar distintas secciones de la colección; por ejemplo: sobres amarillos para piezas en circulación y marrones para piezas fuera de circulación. Sin embargo, es de suma importancia utilizar papel libre de azufre ya que esta sustancia mancha y deteriora las monedas. Un inconveniente adicional de los sobres de papel es que no se puede revisar su contenido sin sacar la pieza, con lo que se corre el riesgo de dañarla. ii) Sobres de cartón de 5x5 centímetros. Son baratos e ideales para preservar las monedas por largos periodos de tiempo (excepto en lugares muy húmedos), sin necesidad de extraerlas para poder observarlas. Consisten en una película de plástico delgado pegada a una pieza de cartón con dos orificios circulares de idéntico tamaño. La pieza se coloca dentro de la película y luego el sobre se dobla y engrapa. Estos sobres tienen dos ventajas: primera, la película de plástico, a diferencia del papel, no mancha ni raya las monedas; segunda, las piezas pueden ser apreciadas a través del plástico transparente por ambos lados, sin necesidad de ser extraídas como ocurre con los sobres de papel. iii) Vinil de 5x5 centímetros. Son ideales para transportar las monedas y exhibirlas en eventos y convenciones. Se trata de sobres de vinil transparente en los que se puede colocar la pieza y una tarjeta con la descripción de la misma. Sin embargo, el inconveniente con el vinil es que contiene PVC (policloruro de vinilo), sustancia que resulta dañina para las monedas con el paso del tiempo. Por tanto, los sobres de vinil no son convenientes para almacenar las piezas por periodos largos. iv) Cápsulas. Son envases de plástico transparente en donde se puede almacenar una medalla o moneda. Con este método, se puede manipular la pieza sin dañarla, ofreciendo también una protección contra la humedad y la oxidación. v) Álbumes. Existe gran variedad de precios, presentaciones y tamaños. Los álbumes más sencillos contienen orificios en sus páginas para colocar las piezas o cubiertas de vinil para almacenarlas. Una de sus principales ventajas es que los álbumes pueden ser dedicados a colecciones específicas (por ejemplo, un álbum de las monedas de la Revolución Mexicana o un álbum de monedas de un peso de distintos países de Latinoamérica). Los álbumes son idóneos para desplegar una colección, pero no para resguardar piezas valiosas, en particular piezas no circuladas. vi) Billetes. En el caso de las piezas de papel, es importante colocarlas en un contenedor de material inerte (libre de acidez), sin dobleces para que se "planchen" y mantengan un mejor estado de conservación. El no saber manipular adecuadamente una pieza numismática puede causarle daños que afectan su valor. Por ello, para un coleccionista resulta indispensable saber cómo manejarlas. Aquí se presentan algunas recomendaciones. i) Lávate las manos. Antes de entrar en contacto con una pieza, debes asegurarte que tus manos se encuentren limpias, ya que la grasa, el sudor o la suciedad pueden contribuir fácilmente a su deterioro. Es mejor si se usan guantes de algodón. ii) Ten cuidado al sacar una pieza de su contenedor. La fricción es la principal causa del desgaste. Por lo tanto, debes evitarla al máximo, sobre todo cuando la pieza ya forma parte de una colección. Al sacar una pieza de su soporte (sobre todo de plástico), es necesario hacerlo con mucho cuidado para que la pieza no roce los bordes del mismo. iii) Toma la pieza por los bordes. La manera correcta de manipular una moneda que ha entrado a formar parte de una colección numismática, es tomarla siempre por el canto con ayuda de los dedos pulgar e índice. Nunca debe tocarse al área o campo de la moneda, ya que incluso un mínimo raspón con las uñas de los dedos puede significar pérdida del valor de la misma. Muchos de los daños causados a las piezas no son detectables a simple vista, pero un coleccionista experimentado siempre tiene una lupa a la mano y puede observarlos fácilmente. iv) No hables mientras observas la pieza o utiliza un cubre boca. Las diminutas gotas de saliva que salen al hablar pueden dañar las piezas, ya que la saliva reacciona con ciertos materiales. v) Manipula la pieza sobre una superficie suave. Esto evitará que la pieza se dañe si se llegase a resbalar. vi) Mantén seca tu colección. La humedad es el peor enemigo de las piezas numismáticas. Los metales que componen las monedas y medallas son muy susceptibles a la humedad ambiental, la cual deteriora progresivamente las piezas. Lo mismo aplica para los billetes. Así que debes asegurarte que tu colección esté libre de humedad, para lo cual existen soportes de plástico que sellan al vacío. Si vives en una zona costera, este tipo de precauciones son aún más relevantes. vii) Si una pieza metálica se encuentra dentro de una cápsula, es mejor no sacarla de ahí. El mejor consejo que se puede dar respecto a la limpieza de las piezas numismáticas, es no hacerlo. Más vale una pieza manchada pero en estado original a una pieza brillante pero manipulada. Por lo general, una moneda o medalla que ha sido sometida a un proceso intensivo de limpieza pierde una parte importante de su valor. En particular, si una pieza ha sido abrillantada, su valor disminuirá ante los coleccionistas. Sin embargo, a muchos les gusta limpiar sus piezas, en parte porque lo consideran una oportunidad para interactuar y revisar su colección. Por ello, a continuación se ofrecen consejos para hacerlo del modo correcto, sin dañar las piezas ni disminuir su valor. Siempre practica primero con monedas que no tengan valor numismático; de este modo, si cometes un error y maltratas la pieza, no habrás dañado a un integrante de tu colección. i) En general, la limpieza profesional se recomienda para piezas que han estado sometidas a situaciones especiales, entre ellas: Monedas que permanecieron mucho tiempo bajo el agua y que han sido encontradas por detectores de metales. Estas monedas suelen hallarse en restos de naves hundidas desde hace mucho tiempo. Estas monedas suelen estar oxidadas, cubiertas por capas de moho u otra flora marina. ii) Monedas que están extremadamente oscuras debido a la corrosión. Algunas monedas están tan oscuras que apenas puede distinguirse el diseño. Por lo general, estas piezas carecen de valor para los coleccionistas, pero ¡cuidado! Una capa de corrosión puede ocultar una pieza extremadamente valiosa en espera de ser limpiada adecuadamente. iii) Monedas que tienen una película muy fina porque han pasado demasiado tiempo en un soporte de vinil. Si la pieza que pretendes limpiar se halla en algunas de estas categorías o simplemente quieres aprender cómo mantener impecable tu colección, sigue los siguientes pasos: a) Remover la suciedad. La suciedad en general, y el polvo en particular, es un abrasivo; es decir, una sustancia que afecta los metales. Si no eres cuidadoso al momento de remover la suciedad, ésta rayará la superficie de la moneda o medalla. Por tanto, sigue estos tres pasos al momento de limpiar la pieza: 1.Usa una brocha de artista para desempolvar y remover la suciedad del área de la moneda o medalla, sin ejercer presión sobre la misma. 2.Sumerge la pieza en agua caliente para remover cualquier rastro de suciedad pero sin frotarla entre tus dedos; de lo contrario, causarás que la pieza se raye. 3.Después de sumergir la pieza, sécala con una toalla de puro algodón con pequeños golpecitos, sin frotarla. Nunca uses papel de ningún tipo para secar tus piezas. Para limpiar piezas extremadamente sucias, es recomendable sumergirlas en aceite de oliva por un par de días y luego, con mucho cuidado, remover la suciedad con un palillo de dientes. b) Remover la capa de PVC. El PVC o policloruro de vinilo es una sustancia que forma parte de los soportes de vinil que suelen usarse para almacenar las piezas. Con el tiempo, el PVC se desprende y se adhiere a las piezas, dejando en ellas una película transparente y ligeramente grasosa. Esta película puede afectar la superficie de las monedas y medallas al provocar la aparición de manchas verdosas y de un color opaco que cubren progresivamente la pieza. Para limpiar la capa de PVC, sumerge un hisopo (cotonete) en acetona y frótalo muy ligeramente sobre su superficie. Repite la operación hasta que el hisopo permanezca blanco después de haberlo frotado contra la pieza. c) Remover la capa opaca. Con el paso del tiempo, algunas piezas en circulación adquieren una capa opaca que va cubriendo progresivamente toda su superficie. En algunos casos, ésta puede quedar completamente oculta. Para remediarlo, debes sumergir la pieza en una solución química empleada por los joyeros. Es recomendable que acudas con alguno para preguntar cuál es la que menos agrede los diferentes metales. Lo que nunca debes hacer es sumergir en una solución química monedas de cobre, pues las dañarás de manera irreversible. Este procedimiento sólo debe aplicarse en piezas sumamente manchadas pues el resultado nunca es cien por ciento satisfactorio; es decir, la pieza nunca quedará como nueva. 8.5. Evaluación de piezas numismáticas Aprender a valuar las piezas numismáticas es una de las habilidades fundamentales del coleccionista. Como cualquier habilidad, la valuación de piezas numismáticas requiere tiempo y paciencia; no se puede esperar ser un experto desde el inicio. La mejor manera de aprender a valuar es haciéndolo, al tiempo que se comparan las opiniones propias con las de coleccionistas más experimentados o con libros especializados en la materia. No existe un solo criterio para asignar el valor de las piezas numismáticas aunque los más usuales son el histórico, el numismático y el comercial, los cuales pueden o no coincidir. Se puede pensar en las piezas más valiosas desde un punto de vista histórico al ser testimonio de acontecimientos relevantes para el país. Desde el punto de vista numismático, podemos valorar aquellas piezas que, además de su relevancia histórica para determinado país, son especialmente bellas, raras o bien conservadas. Finalmente, de acuerdo con el criterio comercial, se valora una pieza según el precio estimado que alcanza determinada pieza en el mercado, según guías confiables. El criterio comercial es el más variable de los tres ya que depende de las fluctuaciones del mercado. Por ejemplo, en una subasta pueden encontrarse dos coleccionistas que desean vivamente una pieza por tratarse de la última que hace falta en su colección y que pujan por ella hasta alcanzar cifras exorbitantes, que superan por mucho el valor histórico o numismático de la misma. Así pues, el solo hecho de que una pieza sea muy cara no significa que sea muy valiosa de acuerdo con los otros dos criterios. El valor numismático depende de varios factores. Los principales son: condición, edad, rareza, demanda y oferta. Un aspecto distintivo de las piezas numismáticas que en algún momento fueron medios de pago; es decir, de los billetes y monedas, es que su valor numismático no coincide necesariamente con el valor facial que muestran. Así, por ejemplo, una moneda antigua con valor facial de unos cuantos centavos puede valer en la actualidad varios miles de pesos. Antes de empezar tu trabajo como valuador aficionado de piezas numismáticas, debes asegurarte de contar con los siguientes elementos: i) Buena vista. Evaluar monedas exige un arduo esfuerzo para los ojos y no es inusual terminar con un dolor de cabeza tras varias horas de hacerlo; en caso de usar anteojos, es conveniente acudir con el oculista para asegurar que la graduación que se esté usando, sea apropiada. ii) Guías para valuar. Compra una para empezar a alinear tus criterios con los empleados por los numismáticos y coleccionistas profesionales. iii) Lupa. Una lupa de 2 o 3 aumentos es suficiente para auxiliarte en tu tarea de valuador. Muchos de los detalles importantes que determinan el valor de una moneda (pequeñas marcas, magulladuras, alteraciones) pasan desapercibidos a simple vista, por lo que contar con una buena lupa es indispensable. iv) Luz apropiada. La mejor técnica para evaluar monedas es encerrarte en un cuarto en el que la única luz provenga de una lámpara incandescente de 75 watts, la cual te permite evaluar los detalles sin exagerar o pasar por alto los defectos. Una vez que cuentas con los cuatro elementos mencionados, debes seguir los siguientes pasos para valuar correctamente una pieza numismática: El que una pieza sea muy antigua no significa que sea rara o valiosa. La edad tiene poco o ningún efecto en el valor. Así, por ejemplo, una moneda auténtica de la antigua Grecia o Roma puede ser conseguida por unos cuantos cientos de pesos, debido a que existe gran cantidad de ellas en el mercado; es decir, hay una gran oferta. La rareza de una pieza se relaciona con el número de ejemplares que han sobrevivido. Por ejemplo, tomando como referencia a las monedas, un número alto de acuñación (que significa que muchas monedas de un mismo tipo fueron fabricadas originalmente), no necesariamente significa que sean comunes o de poca rareza pues en ocasiones, gran parte de la acuñación original de una moneda se ha perdido o está en poder de otros coleccionistas. La demanda indica qué tan solicitada es una pieza en particular en el mercado (por otros coleccionistas). Una demanda alta incrementa el valor de una pieza, mientras que una demanda baja lo disminuye. Dos piezas de igual rareza pueden tener valores de mercado muy diferentes, dependiendo de la demanda de cada una. La oferta indica qué tantos ejemplares de una pieza existen en el mercado. Si la oferta es baja en relación con la demanda; es decir, si hay menos ejemplares que coleccionistas interesados, el precio de la pieza aumenta. Si la oferta es mayor a la demanda; es decir, si hay más ejemplares que coleccionistas interesados, el precio baja. Se puede establecer como regla que la condición, denominada también su calidad, es la clave para determinar su valor, independientemente de su edad, rareza o metal en el que fue acuñada. Aprender a determinar la condición de una pieza es fundamental porque una pequeña variación en la calidad puede significar una gran diferencia en precio. La evaluación de la calidad de una moneda está determinada por cuatro factores: golpe, atractivo visual, lustre (brillo) y desgaste. 8.5.5.1. Golpe Debes fijarte en la cantidad de detalle que presenta la pieza que vas a evaluar. Contesta preguntas como éstas: ¿La pieza está bien golpeada; es decir, el detalle es claro? o por el contrario, ¿los detalles aparecen planos o desgastados? Un golpe plano será evidente en los puntos altos de la moneda, que es donde observarás cualquier signo de desgaste. Recuerda que es importante diferenciar una superficie desgastada (donde se observan rastros de fricción) de una superficie con un golpe plano (en la que no se observan tales rastros). A pesar de que en ambos casos el detalle de las figuras es poco claro, hay una diferencia crucial: el desgaste. Una moneda con golpe plano puede tener un desgaste mínimo e incluso nulo (pieza no circulada), lo que aumenta considerablemente su valor, a pesar de que los detalles de las figuras no sean muy visibles. Por el contrario, una pieza bien golpeada puede mostrar figuras poco claras debido a la fricción y, por tanto, tener un alto nivel de desgaste. Emplea los siguientes criterios para calificar tu moneda: a) Golpe por debajo del promedio. La pieza presenta áreas lisas en las que el metal no fue golpeado adecuadamente por el troquel; sin embargo, dichas áreas no tienen marcas de desgaste o fricción. b) Golpe promedio. Ochenta a noventa por ciento de todos los detalles aparecen visibles; las únicas imperfecciones aparecen en los puntos altos de la pieza. c) Golpe por arriba del promedio. La totalidad de los detalles son claros y visibles. Es el brillo natural de la superficie de una moneda, el cual depende del golpe con el que la pieza fue creada. El lustre es un componente clave del atractivo visual. Normalmente, los coleccionistas prefieren las piezas más brillantes y lustrosas; sin embargo, se deben evitar las piezas que han sido abrillantadas artificialmente con determinados químicos. Una pieza con brillo artificial pierde casi por completo su valor numismático; por ello, es indispensable saber cómo limpiar las piezas. Contesta preguntas como las siguientes: ¿La pieza se ve sin vida? ¿El brillo ha desaparecido de la pieza debido a la acción de un agente limpiador? ¿El brillo de la pieza es agradable o, por el contrario, deslumbrante y cegador? Califica tu moneda de acuerdo con los criterios siguientes: a) Brillo por debajo del promedio. La pieza se ve monótona, sin vida, con rasgos de haber sido sometida a agentes limpiadores, manchada o pulida. La tonalidad de la pieza semeja una mancha. b) Brillo promedio. Brillo normal y resplandor natural. Las superficies tienen una apariencia cremosa, satinada o que asemeja al hielo. c) Brillo por arriba del promedio. Brillo cegador, resplandor centelleante, superficies que encandilan, pero no por la acción de sustancias químicas sobre la pieza. Cualquier marca de deterioro de una moneda después de ser acuñada, forma parte del desgaste de la misma. Éste puede observarse en marcas causadas por la fricción, reacciones químicas naturales o provocadas por procesos de limpieza, y cualquier alteración de la superficie de la moneda. Puede ser difícil evaluar el desgaste debido a la intervención de otros factores. Por ejemplo, una moneda mal golpeada puede parecer desgastada por presentar detalles borrosos, cuando en realidad se encuentra en perfecta condición original. También puede ocurrir que la falta de lustre oculte marcas de desgaste. Una moneda nueva o que nunca entró en circulación, permanece tan bien conservada como el día en que fue acuñada y en consecuencia, su desgaste es mínimo e incluso nulo. Por el contrario, una moneda que estuvo expuesta al intercambio monetario diario se conoce como pieza circulada, y tiene cierto grado de desgaste. La tendencia natural de los coleccionistas es adquirir piezas tan bien conservadas como sea posible. El término “desgaste” es un término negativo, así que al evaluar la calidad de la superficie de la moneda debes tratar el desgaste del modo opuesto a como se trata el golpe, el brillo o el atractivo visual. En otras palabras, no existe un “buen desgaste”; un desgaste por arriba del promedio es siempre algo negativo. Emplea los criterios siguientes para evaluarlo: a) Calidad de la superficie por debajo del promedio. El color y la fricción cambian en los puntos altos de la pieza. Numerosas y profundas marcas de contacto. Muescas en el canto, así como marcas y magulladuras. Se aprecian también rasguños profundos, efectos obvios de la limpieza, corrosión u otros daños de la superficie. Como regla general, no permitas que una moneda con estas características forme parte tu colección. b) Calidad de la superficie promedio. Un número aceptable de ligeras marcas de contacto o, quizá, una sola marca importante en alguna parte del diseño, pero no en los rasgos más visibles de éste. No hay signos profundos de fricción o desgaste. Quizá uno o dos grietas ligeras. No hay daño o corrosión. c) Calidad de la superficie por arriba del promedio. Superficies casi perfectas. Pocas marcas de contacto, todas ellas pequeñas y que no provocan distracción. No hay rasguños. No hay imperfecciones en la superficie. La superficie aparece lustrosa, suave y atractiva. Es la apariencia física de una moneda y puede ser clasificada como debajo del promedio, promedio y arriba del promedio. Es el más subjetivo de los cuatro criterios y depende de los gustos personales de cada persona. Por ejemplo, hay quien prefiere las monedas lustrosas y quien las prefiere ligeramente opacas. Rota la pieza con un movimiento elíptico y a simple vista busca defectos obvios, tales como rasguños severos, manchas por corrosión, muescas en el borde, efectos de pulido u otros rasgos inusuales. Revisa las tres superficies de la moneda: el reverso, el anverso y el canto. Responde preguntas como: ¿La pieza está manchada o limpia? Si tiene alguna tonalidad, ¿es ésta clara u oscura? o por el contrario, ¿está llena de color?, ¿es iridiscente (con colores cambiantes), ligera y atractiva? Califica tu moneda con los siguientes criterios: a) Atractivo visual por debajo del promedio. La pieza tiene un color pesado, gris, oscuro; aparece manchada, con una apariencia sin vida. Tiene rasguños, manchas o efectos de la corrosión muy marcados que distraen la atención. Presenta daño obvio o trabajo de reparación evidente, así como muescas en los bordes. Busca cualquier otro rasgo de la moneda que la haga poco atractiva. b) Atractivo visual promedio. Color ligero y original. Lustre normal. La pieza tiene una apariencia limpia y sin rasgos que distraigan la atención. c) Atractivo visual por arriba del promedio. Lustre centelleante. Las superficies se aprecian excepcionalmente limpias. Una vez que hayas calificado la pieza y la hayas etiquetado en cada factor (por debajo del promedio, promedio o por arriba del promedio), deberás realizar un juicio definitivo acerca de su calidad. Debes realizar este juicio combinando los cuatros factores, aunque no hay una sola manera de hacerlo: para algunos coleccionistas, lo primordial es el golpe, mientras que otros ponen atención en el desgaste; aun hay quienes privilegian el lustre (aunque suelen ser los principiantes, quienes a menudo no distinguen entre el lustre original y el que es producto de la aplicación de sustancias químicas). Como en otros aspectos del coleccionismo numismático, en éste, cada uno debe desarrollar su propio criterio, dependiendo de sus intereses. 8.5.5.5. La escala Sheldon-Breen Los coleccionistas de piezas numismáticas emplean una escala de 70 puntos para evaluar las piezas. El número 1 indica mal estado y el 70 es para el estado perfecto o ideal. Esto se debe a que una pieza en perfecto estado suele valer hasta setenta veces más que una pieza del mismo tipo pero en mal estado. La escala se conoce como la escala evaluadora Sheldon-Breen y ha llegado a establecerse entre coleccionistas de todo el mundo como la manera estándar de calificar la condición de una pieza. Además de los indicadores numéricos, la escala incluye denominaciones verbales. A continuación, se describen las diferentes categorías de esta escala. Pobre-1 o P (poor)-1: El diseño es apenas distinguible debido a que la pieza se encuentra sumamente dañada (golpeada, rayada, magullada) o está casi lisa debido al desgaste. Malo-2 o FR (fair)-2: El diseño de la pieza se distingue con dificultad y la mayoría de los detalles han desaparecido. La moneda se encuentra muy dañada o desgastada. Casi bueno-3 o AG (about good)-3: El diseño de la pieza es distinguible, si bien las inscripciones y leyendas no pueden leerse. Algunas partes pueden estar lisas debido al desgaste. Bueno-4 o G (good)-4: El diseño, los detalles y las inscripciones son visibles con claridad, aunque la pieza presenta daños evidentes o un desgaste significativo, sobre todo en las partes altas. Bueno plus-6 o G (good-plus)-6: Además de tener el diseño, detalles e inscripciones claramente visibles, la pieza conserva la mayor parte del diseño del canto. Aun así, se aprecian daños significativos o marcas profundas de desgaste. Muy bueno-8 o VG (very good)-8: La pieza presenta un diseño, detalles e inscripciones claramente visibles y el diseño del canto completo. Con todo, aun se aprecian daños significativos y marcas de desgaste. Fino-12 o F (fine)-12: El diseño y las inscripciones de la pieza se distinguen con claridad, así como el diseño del canto. Muy fino-20 o VF (very fine)-20: Los detalles del diseño son muy claros y gran parte del relieve ha sido conservado, así como el canto de la pieza. El desgaste afecta únicamente a las inscripciones y se concentra en los puntos altos y bajos de la pieza. Muy fino plus-30 o VF (Very fine-plus)-30: La principal diferencia con el anterior es que las leyendas se leen casi perfectamente y los detalles del diseño están casi intactos. Sólo los puntos altos de la pieza presentan un ligero desgaste. Extremadamente fino-40 o EF (extremely fine)-40: Las leyendas y el diseño se aprecian con completa claridad y con todos sus detalles. El relieve está casi intacto. La pieza presenta ligeras pero claras marcas de contacto o desgaste en sus puntos altos. Extremadamente fino escogido-45 o XF (choice extremely fine)-45: La única diferencia con el anterior es que la pieza tiene un atractivo visual y un lustre notables. Casi sin circular-50 o AU (about uncirculated)-50: Las leyendas y los detalles del diseño se conservan completos y con su relieve original. Se aprecian sólo muy ligeros signos de desgaste en los puntos altos. La pieza conserva un poco del lustre propio de las piezas recién salidas de la casa de moneda. Buena y casi sin circular-55 o AU (good about uncirculated)-55: Lo mismo que el anterior, con la diferencia de que el lustre original debe conservarse por lo menos a la mitad. La pieza también presenta gran atractivo visual. Escogida casi sin circular-58 o AU (choice about uncirculated)-58: Se trata de una pieza prácticamente no circulada. Los detalles, las inscripciones y el relieve están intactos y sólo se perciben mínimos signos de desgaste en las partes altas de la pieza. Casi todo el lustre original ha sido conservado y el atractivo visual es fuera de lo común. Sin circular-60 a 70 o MS (mint state)-60 a 70: Las piezas que reciben la calificación “sin circular” o “MS” (que significa “en estado de casa de moneda”) son aquellas que provienen directamente de la casa de moneda y jamás han estado en circulación. Existe una variación de 10 puntos en la escala Sheldon-Breen para esta clase de piezas (entre MS 60 y MS 70) debido a que las monedas sin circular varían en calidad: algunas presentan ligeras marcas conocidas como “golpes de bolsa”, producidas cuando las piezas chocan entre sí en las bolsas de la casa de moneda; otras pueden tener un diseño poco claro debido a que no fueron bien golpeadas o a que el troquel con el que fueron acuñadas ya estaba desgastado. En otros casos, el atractivo visual o el lustre pueden variar, lo que implica una evaluación diferente. Por ello, es importante saber distinguir entre una pieza desgastada y una pieza sin circular cuyo diseño no es del todo claro por no haber sido bien golpeada, ya que esta última tiene mucho mayor valor. Todas las piezas sin circular tienen por lo menos una calificación de MS-60. El grado MS-70 corresponde a la perfección en acuñación, y por ello muy pocas piezas lo alcanzan. Podría equipararse a la “flor de cuño”; es decir, a la moneda obtenida directamente de la troqueladora. Finalmente, cabe señalar que la categoría proof no es un grado en la escala Sheldon-Breen, sino que hace referencia a un acabado especial de la moneda, tipo espejo. 8.6. Cómo adquirir piezas numismáticas 8.6.1. Identificar la pieza en un catálogo El primer paso que debe dar un coleccionista antes de comprar o vender una pieza numismática es identificarla en un catálogo de renombre. De esa manera, se tendrá una idea aproximada del precio de mercado que suele recibir la pieza dependiendo de su condición. Asimismo, se conocerán las variedades que existen de un cierto tipo de pieza y cuáles de ellas son más raras, lo cual, desde luego, se refleja en el precio. Además, los catálogos suelen alertar a los coleccionistas acerca de qué piezas son usualmente falsificadas, lo que resulta de invaluable importancia para evitar ser víctima de un fraude. Para las monedas emitidas en América del Norte, una de las guías más confiables es la North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins, la cual se revisa regularmente para mantener los precios al día. Actualmente, la última edición puede conseguirse por Internet y en la biblioteca del Banco de México pueden consultarse algunas ediciones. Esta guía muestra una imagen de las piezas con una breve descripción de su anverso y reverso, así como el año y lugar de acuñación. También se señala el precio de la pieza según su condición. Por último, en algunos casos se incluyen notas para alertar a los coleccionistas de variantes importantes de un mismo diseño y de posibles falsificaciones. Con esta guía, se puede tener una idea de cómo debe lucir la pieza, en qué años y lugares fue acuñada y, finalmente, cuánto se debe esperar pagar por ella, según su condición. Puesto que este último punto es crucial, un coleccionista debe aprender a determinar por sí mismo aunque sea de manera aproximada, la condición de las piezas numismáticas. Todo lo anterior aplica igualmente si se piensa vender una pieza cuyo valor se desconoce. Para el caso de las monedas de otras partes del mundo, el catálogo titulado Collecting World Coins: Circulating Issues 1901-Present ofrece una exhaustiva revisión de las piezas actualmente en circulación. Para monedas del mundo más antiguas está la guía titulada Standard Catalog of World Coins 1801-1900. También existen otros tomos que abarcan la acuñación de los siglos XVI a XVIII. Si se está interesado en comprar o vender billetes, una guía altamente confiable es el Standard Catalog of World Paper Money General Issues 1368-1960, que se complementa con un segundo volumen que abarca de 1961 hasta el presente. Asimismo, existe una versión del catálogo para especialistas que tiene por subtítulo Specialized Issues. Todos estos catálogos pueden conseguirse a través de Internet. Para las medallas mexicanas no existe una guía uniforme de precios pero existe la obra monumental en tres tomos de Frank W. Grove titulada Medals of Mexico, la cual abarca desde la Colonia hasta 1971. No solo incluye medallas sino también órdenes y condecoraciones. Antes de comprar o vender una medalla, sobre todo si parece rara o valiosa, conviene consultar la obra de Grove. Es sumamente difícil conseguirla pero la Sociedad Numismática de México conserva un ejemplar en su biblioteca. 8.6.2. Conocer el marco histórico El conocer el contexto histórico de una pieza numismática no solo permite alimentar la pasión por esta disciplina sino que se convierte en una herramienta indispensable para evitar ser víctima de un fraude. A manera de ejemplo, supóngase que alguien ofrece a un coleccionista una pieza supuestamente rara, una moneda colonial de tipo columnario acuñada en 1774. Un novato o incauto podría pensar que se trata de una gran oportunidad para adquirir una pieza antigua. Sin embargo, con un poco de conocimiento de la historia de la acuñación en la Nueva España, se percataría de que la pieza que le ofrecen no puede ser auténtica pues las últimas monedas de tipo columnario fueron acuñadas en 1771, ya que al año siguiente fueron sustituidas por las de tipo de busto de Carlos III. Así pues, antes de adquirir una pieza es importante tener noción de la historia de su acuñación o fabricación, de modo que se puedan detectar falsificaciones y anacronismos. En la biblioteca del Banco de México pueden consultarse obras clásicas de la historia numismática mexicana como La moneda mexicana: su historia, de José Manuel Sobrino; Historia numismática de México, de Alberto Pradeau; Historia del papel moneda en México, de José Antonio Bátiz; entre muchas otras. 8.6.3. Examinar la pieza a detalle Antes de adquirir una pieza es altamente recomendable evaluarla físicamente para analizar la condición de la misma como se mencionó anteriormente. En el caso de los billetes, la condición se evalúa en función de la calidad de la impresión, lo cual incluye la nitidez de los detalles y leyendas así como el brillo de los colores; y qué tan bien ha sido preservado el papel y la tinta. Una manera de adquirir la capacidad de evaluar la condición de piezas numismáticas es consultando catálogos de subastas en los cuales aparecen fotografías de las piezas subastadas junto con la calificación que les corresponde en la escala Sheldon-Breen. Se puede intentar juzgar la condición antes de observar la calificación asignada en el catálogo y luego comparar los resultados. Los servicios de subastas por Internet de reconocidas casas numismáticas, como la casa Goldberg, tienen a disposición del público sus catálogos en línea, con los cuales uno puede interactuar y observar detenidamente las piezas con ayuda de una lupa electrónica de la misma página. Esta herramienta permite apreciar hasta los más mínimos detalles de las piezas. Sin embargo, la mejor manera de evaluar la condición de una pieza es manipularla directamente, con las debidas precauciones, desde luego. El revisar la apariencia, analizar los detalles y daños que pueda presentar la pieza, así como pesarla (en el caso de una moneda o medalla) para verificar que corresponda al peso que los catálogos asignan a piezas del tipo que se piensa adquirir, son elementos muy importantes para determinar el valor. 8.6.4. En dónde adquirir piezas numismáticas Existen numerosas tiendas numismáticas en el país que compran y venden monedas, medallas y billetes. Una buena opción para conocer referencias de algunas de ellas es revisar el boletín trimestral de la Sociedad Numismática de México, en donde se anuncian diversas casas numismáticas y vendedores especializados. Es altamente recomendable acudir únicamente a casas que tengan una reputación establecida entre los coleccionistas, así como evitar comprar y vender piezas en lugares no especializados ni a personas no conocedoras. Otra opción es acudir a las convenciones que organiza la citada Sociedad dos veces por año. Se llevan a cabo en la Ciudad de México en los meses de marzo y septiembre. En la ciudad de Guadalajara también tiene lugar una convención en el mes de octubre. En esos eventos, el coleccionista puede presenciar subastas, apreciar diversas piezas, conocer a otros coleccionistas y averiguar de ese modo cuáles son los lugares más confiables para adquirir y vender piezas numismáticas. Una tercera posibilidad son las casas de subastas especializadas en numismática que ofrecen sus servicios por Internet. Al igual que en el caso de las tiendas numismáticas, al adquirir piezas por Internet se recomienda utilizar los servicios de sitios especializados en el comercio numismático. En los sitios de compra y venta en línea de artículos en general suelen ofertarse piezas numismáticas, pero se corre el riesgo de adquirir piezas de dudosa autenticidad o condición deficiente. Si bien no se puede generalizar, se recomienda tener especial cuidado al comprar piezas numismáticas a través de los sitios en línea. 8.7. Monedas mexicanas de gran valor histórico, numismático y comercial Debido a la enorme riqueza numismática de México, cuya historia es la más prolongada de América y comienza con la fundación de la primera casa de moneda del continente en 1535, cualquier selección será motivo de controversia. Para seleccionar las piezas que aquí se presentan, primero se eligieron piezas que representan acontecimientos particularmente relevantes para la historia política o numismática de México, como el inicio de las operaciones de la Casa de Moneda, la primera pieza perfectamente redonda producida por medios mecánicos o la moneda acuñada por Morelos durante la guerra de Independencia. Segundo, se seleccionaron piezas que desde el punto de vista estrictamente numismático, son valiosas por la belleza de su diseño, su rareza o la excelente condición en que pueden ser halladas a pesar del paso del tiempo o de las adversas circunstancias en que fueron acuñadas (como es el caso de la “Suriana” zapatista de 1915). En tercer lugar, se escogieron piezas que han alcanzado un elevado valor de mercado según guías altamente confiables. La primera guía es la preparada por la casa de subastas Ira y Larry Goldberg para subasta de la Colección del Milenio. Se trata de un conjunto de piezas particularmente valiosas puesto a la venta en 2008 y que abarca desde la primera pieza numismática acuñada en la Nueva España (la llamada de Carlos y Juana) hasta las monedas republicanas y revolucionarias más raras. La segunda es la guía estándar para conocer el precio de las piezas acuñadas en América del Norte, la North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins (edición 2011). 8.7.1. Cuatro reales de Carlos y Juana primera serie (1536-1542) En 1535 se fundó la Casa de Moneda de la ciudad de México, la primera del continente americano. En marzo de 1536 comenzó la acuñación de piezas de plata y cobre del tipo Carlos y Juana aunque a finales del año previo ya había habido acuñación de piezas de prueba. Entre las piezas más antiguas que se conservan están las de cuatro reales con la inicial “R”, que corresponden al ensayador Francisco del Rincón. El ensayador era el oficial de la casa de moneda encargado de certificar el contenido de ley de las piezas. Hay dos series de estas piezas: la primera (1536-1542) se distingue por tener en el reverso el diseño sin olas debajo de las columnas de Hércules; la segunda serie (1542-1572) tiene el diseño con olas. La primera serie es mucho más escasa que la segunda y, por lo tanto, más valiosa. En el catálogo de la Colección del Milenio del sitio de subastas de Ira y Larry Goldberg, el valor estimado de una de estas piezas de cuatro reales de la primera serie (calificada como Casi Sin Circular-50 en la escala de Sheldon-Breen) oscila entre los 7 mil y los 8 mil dólares. La pieza no incluye el año en que fue acuñada pero por la inicial del ensayador y por otros factores se calcula que fue producida en 1538. Descripción física. En el anverso aparece en el centro el escudo coronado de los reinos de León y Castilla, dividido en cuatro cuartos o secciones: en el superior izquierdo y en el inferior derecho aparece un castillo y en los dos restantes, leones rampantes. Alrededor del perímetro se lee parte de la inscripción en latín: “Carlos y Juana reyes”. Cabe recordar que estas piezas eran producidas a mano empleando cospeles irregulares, por lo que las leyendas usualmente no aparecían completas. Aparece también la “M” como marca de la ceca a ambos lados del escudo. El marco está decorado con gráfila. En el reverso se muestran las llamadas columnas de Hércules coronadas que simbolizan el estrecho de Gibraltar, el cual se pensaba que era el fin del mundo antes del descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. En medio de ambas columnas aparece la palabra “Plus” (“Más”) enmarcada en un panel de forma romboide. La leyenda completa, que no aparece en esta pieza, es “Plus Ultra”, que significa “Más Allá”, en referencia al Nuevo Mundo que existe más allá del citado estrecho. Arriba y entre las columnas se ve un “4” que corresponde a la denominación de la pieza; abajo y de nuevo entre las columnas aparece la inicial “R”, que corresponde al ensayador Francisco del Rincón. En el perímetro se lee la leyenda en latín: “De España y de las Indias”, que complementa la del anverso. Alrededor del marco y de las columnas aparecen grafilas de formas ovales. Marco histórico. Las piezas conocidas como de Carlos y Juana fueron las primeras acuñadas en la Nueva España. Se les llama así porque fueron emitidas durante el gobierno de la reina Juana, llamada “La loca”, y su hijo, el rey Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico), quienes supuestamente gobernaban juntos aunque la primera vivió la mayor parte de su vida recluida en un castillo debido a su supuesta inestabilidad mental. La acuñación de estas piezas comenzó oficialmente en marzo de 1536 y duró hasta 1572, pero la pieza descrita corresponde a la primera serie acuñada hasta 1542. A pesar de que las piezas eran producidas a mano, ésta cuenta con una forma circular bastante regular. La gran relevancia histórica de esta pieza radica en que se trata de un testimonio de los inicios de la acuñación, no sólo en la Nueva España, sino en todo el continente americano. Razones de su elevado valor. Además de sus características históricas que la vuelven muy valiosa desde el punto de vista estrictamente numismático, esta pieza debe su elevado precio de mercado a la condición en la que se preserva (Casi Sin Circular-50 en la escala de Sheldon-Breen), la cual es particularmente llamativa debido a su antigüedad. Además, las piezas de cuatro reales de Carlos y Juana de la primera serie son una joya para el coleccionista por representar los orígenes de la acuñación en América. 8.7.2. Ocho reales de presentación de Felipe IV en condición Extremadamente Fina-45 (1650) El catálogo de la Colección del Milenio presenta una pieza de extraordinario valor por su rareza y condición. Se trata de una pieza de presentación de 8 reales acuñada en 1650 y preservada en condición Extremadamente Fina-45, de acuerdo con la escala Sheldon-Breen. Es una de las piezas mejor conservadas de su tipo. Su precio de venta se calculó entre los 60 mil y los 80 mil dólares pero en la subasta alcanzó los 80 mil dólares más comisiones y en su caso, impuestos. Descripción física. En el anverso aparece el escudo coronado de la dinastía de los Habsburgo, la cual gobernó España desde 1506 (con Felipe I, llamado “El Hermoso”) hasta 1700 (con Carlos II). Del lado derecho aparece la denominación de la pieza con números arábigos; del lado izquierdo se ve la marca de la ceca (la “M” con una pequeña “o” encima) y, debajo de ella, la inicial del ensayador (una “P”). En el perímetro se lee la leyenda abreviada en latín: “Felipe IIII por la gracia de Dios”. En el reverso se muestra el escudo de armas de Castilla y León divido en cuarteles por una cruz equilátera. En el perímetro se lee la inscripción en latín: “Rey de España y de las Indias”. Marco histórico. Durante el largo reinado de Felipe IV (de 1621 a 1665), se acuñaron solamente monedas de plata que básicamente reproducían los tipos, diseños y denominaciones de las monedas previas. La acuñación seguía haciéndose a mano, por lo que batían las piezas llamadas macuquinas (con cospeles irregulares). Sin embargo, existían también las llamadas piezas de presentación, que eran enviadas al rey y a otras autoridades para que constatasen el buen trabajo que se realizaba en la Casa de Moneda de México. A diferencia de las piezas macuquinas, las de presentación tienen una forma redonda; además, el diseño y las leyendas aparecen completos. Las piezas de presentación eran acuñadas en cospeles redondos, producidos con un metal especialmente trabajado y lustroso; asimismo, los cuños empleados estaban muy pulidos. Los diseños de las piezas de presentación suelen presentar ligeras variaciones respecto de los que encontramos en las piezas destinadas a la circulación regular. Éste es el caso de la pieza descrita, lo cual aumenta su rareza. Razones de su elevado valor. Esta pieza en particular tiene un gran valor debido a dos factores. Primero, la calidad de la acuñación es excepcional pues todos los detalles y leyendas son perfectamente visibles; además, no se conoce otra pieza de este tipo que se encuentre en tan buena condición por lo que esta moneda es de una rareza excepcional. 8.7.3. Ocho escudos de presentación de Felipe V Sin circular-65 (1714) Una verdadera joya de la historia numismática de México es la pieza de presentación de 8 escudos de oro de 1714, sin circular. El catálogo de la Colección del Milenio asigna a esta moneda un valor de entre 100 mil y 125 mil dólares. Como es evidente, resulta muy peculiar que una pieza tan antigua se haya conservado en su estado original. Desde luego, contribuye a ello que se trata de una pieza de presentación, no destinada a la circulación sino a mostrar la calidad y características del trabajo realizado en la Casa de Moneda de México. El precio final en la subasta del 26 de mayo de 2008 realizada por la casa Goldberg fue estratosférico: 270 mil dólares. Descripción física. En el anverso aparece el escudo de España durante el reinado de Felipe V (1700-1746), el más largo en la historia española. Dado que Felipe V inaugura la dinastía de los Borbón en el trono español, el escudo de armas incorpora, además de los símbolos de Castilla y León, las tres flores de lis en el centro que representan a los Borbón. El conjunto aparece coronado. A la izquierda aparece la marca de ceca (la “M” con la “o” encima) y, debajo de ella, la inicial del ensayador (una “J”). A la derecha se ve con números romanos la denominación de la pieza. La leyenda del perímetro dice en latín: “Felipe V por la gracia de Dios”. En el reverso se muestra un bello diseño con una cruz enmarcada por un cuadrifolio o diseño de cuatro hojas, con un cetro en cada uno de sus lados que apunta hacia el centro de la cruz. El conjunto está inscrito en un círculo. Alrededor de éste se lee en latín: “Rey de España y de las Indias”. Marco histórico. Durante el reinado de Carlos II (1665-1700) fue autorizada la acuñación de piezas de oro en la Nueva España, lo cual ocurrió a partir de 1679. A las piezas de oro producidas durante este primer periodo se les conoce como macuquinas de oro, pues eran producidas con métodos artesanales, a golpe de martillo, y sus diseños y formas son por consiguiente cambiantes e irregulares. Las macuquinas de oro fueron acuñadas en la Nueva España entre 1679 y 1734, durante los reinados de Carlos II y Felipe V. Estas piezas se producían también con troqueles pero como éstos eran de una calidad deficiente, las piezas resultantes tenían un diseño poco claro. Además, los cospeles empleados para fabricar las monedas tenían forma irregular, por lo que frecuentemente el troquel y el cospel no empataban. Esto provocó que en muchas de las monedas de oro de esta época las leyendas aparecieran incompletas. Sin embargo, las monedas de presentación eran acuñadas empleando cospeles redondos y troqueles especialmente pulidos, lo que les daba una calidad superior. Esta pieza tiene además un interesante significado: el escudo de armas del anverso muestra la llegada de una nueva dinastía al trono español; la cruz del reverso indica el derecho divino del rey a gobernar; y, finalmente, el estar acuñada en oro habla del poderío de un imperio mundial. Además, al haber sido producida en el mismo año en que Felipe V se casó con Isabel de Farnesio, esta pieza de presentación pudo haber sido una especie de “obsequio” de la Casa de Moneda de México al monarca. Razones de su elevado valor. Además de las razones históricas y numismáticas que le conceden una importancia sobresaliente a esta pieza, su rareza y condición contribuyen a su elevado precio de mercado. Las piezas de oro de este periodo tan bien acuñadas, en las que se aprecian con suma claridad los diseños y leyendas, son muy escasas; por si fuera poco, su forma es casi perfectamente circular, en una época en la que predominaban las piezas macuquinas. A lo anterior se suma la condición excepcional de la pieza que se conserva sin circular, prácticamente en el mismo estado en el que abandonó la Casa de Moneda. No se conoce otra pieza de presentación de esta época en tan buena condición. 8.7.4. La primera acuñación columnaria fabricada con prensa de volante (1732) El año 1732 fue crucial para la historia numismática de la Nueva España pues se acuñó por vez primera en la Casa de Moneda de México una pieza perfectamente circular empleando medios mecánicos. Se trata de la moneda conocida como columnaria o de mundos y mares, considerada por muchos como la pieza más bella producida durante la Colonia. En el catálogo de la Colección del Milenio se ofertaba una pieza de este tipo con denominación de 8 reales, perteneciente al primer año de emisión y en una excelente condición (Casi sin circular-58, de acuerdo con la escala Sheldon-Breen). Por ello, no es extraño que se valuara entre los 25 mil y los 30 mil dólares y menos aún que su precio final de venta en la subasta de la casa Goldberg de mayo de 2008 fuera de 40 mil dólares, más comisiones y en su caso, impuestos correspondientes. Descripción física. En el anverso se aprecia el escudo de armas de España introducido en la época de Felipe V, primer rey español perteneciente a la dinastía de los Borbón: está dividido en cuatro cuarteles en los que aparecen dos leones y dos castillos, en representación de los reinos de Castilla y León. En el centro aparecen las tres flores de lis de la casa de Borbón. El escudo está coronado. Del lado izquierdo aparece la inicial del ensayador (una “F”) con una roseta arriba y otra abajo; del lado derecho aparece la denominación de la pieza con números arábigos, también acompañada de un par de rosetas. La leyenda del perímetro dice abreviada en latín: “Felipe V por la gracia de Dios rey de España y de las Indias”. En el reverso se muestran dos mundos (en representación de Europa y de América) superpuestos y unidos por una corona. A ambos lados aparecen dos columnas coronadas (columnas de Hércules): en una de ellas se lee “Plus” (“Más”), y en la otra se lee “Ultra” (“Allá”). Ello quiere decir que, contrario a lo que se pensaba antes del descubrimiento de América, sí existe algo más allá del Estrecho de Gibraltar, representado por las mencionadas columnas. El conjunto descansa sobre un diseño ondulado que representa al océano que une a los dos mundos. En la parte superior se lee en latín la leyenda “Ambos son uno”. En la parte inferior aparece la marca de ceca (la “M” con la “o” encima) dos veces, una del lado izquierdo y otra del lado derecho; entre ambas aparece la fecha “1732”. Marco histórico. El principal cambio ocurrido en el ámbito de la acuñación durante el reinado de Felipe V (1700-1746) fue la introducción, en 1732, del sistema de molinos y volantes en sustitución del sistema manual. El nuevo sistema permitía la producción de piezas perfectamente redondas y ponía en práctica la ordenanza real del 9 de junio de 1728 que exigía que las monedas tuvieran esa forma (en abril de 1734 se acuñó la última moneda de plata de tipo macuquino en la Nueva España). Además, por primera vez fue grabado un cordón protector en el canto de la pieza para evitar que las monedas fueran cercenadas ya que se tenía la costumbre de fraccionarlas para disminuir su valor, que era proporcional a su peso. El 29 de marzo de 1732, en presencia del virrey Juan de Acuña y Bejarano y de diversas autoridades de la Casa de Moneda, inició la acuñación de las monedas circulares columnarias. La tardanza en la puesta en práctica de la ordenanza real de 1728 se debió a que los troqueles para el nuevo diseño, que como siempre eran enviados desde España, se perdieron en el camino debido al naufragio del buque que los transportaba. Los segundos troqueles arribaron a la Nueva España el 17 de abril de 1731, pero aún pasó casi un año para que la maquinaria de molinos y volantes estuviera lista. El 23 de diciembre de 1732 se anunció públicamente que la nueva moneda circular debía aceptarse como medio de pago sin necesidad de pesarla, como ocurría con la moneda de tipo macuquino. Además, se señalaba que toda pieza cercenada no debía recibirse. La moneda columnaria de 1732 tiene una importancia doble desde el punto de vista numismático: por un lado, muestra la adopción de un nuevo diseño que, además de su belleza, refrendaba la unión entre los dos mundos bajo la tutela del rey de España; por otro, da cuenta de un nuevo modo de acuñar moneda que permitiría la fabricación de piezas con tamaño, forma y diseño uniformes. Razones de su elevado valor. Además de los aspectos ya mencionados, la pieza referida tiene un valor de mercado muy elevado debido a su rareza, pues se conservan muy pocos ejemplares de la acuñación inicial de 1732. Adicionalmente, tiene una excelente condición ya que a pesar de que ésta no es una pieza de presentación, se conserva en un estado casi sin circular. 8.7.5. Ocho reales de la Suprema Junta Gubernativa de América (1811) La guerra de Independencia comenzó en la Nueva España el 16 de septiembre de 1810 con el grito de Dolores dado por Miguel Hidalgo. Como parte de su proclamación, Hidalgo gritó “¡Viva Fernando VII!”, en alusión al monarca español quien se encontraba preso en Francia desde 1808. En efecto, uno de los factores que desató la guerra de Independencia fue la invasión napoleónica de España en 1808, lo cual hizo sentir a los habitantes de las colonias españolas que no estaban sujetos al gobierno impuesto de José Bonaparte, hermano de Napoleón. Durante la gesta independentista de la Nueva España, los insurgentes acuñaron moneda de necesidad en algunas de las ciudades que iban conquistando. Una de esas monedas es la emitida por la Suprema Junta Gubernativa de América, órgano de gobierno insurgente promovido por Ignacio López Rayón y establecido en Zitácuaro, Michoacán. Estas piezas, acuñadas en plata y con denominación en reales, son especialmente importantes desde el punto de vista numismático debido a que aparece en ellas, por primera vez, el águila parada sobre el nopal como emblema de la nación mexicana. En el catálogo de la Colección del Milenio se ofrecía una pieza de 8 reales emitida por la Junta, particularmente valiosa debido a su magnífica manufactura (tomando en cuenta las condiciones en que fue acuñada), su rareza y su condición (Casi sin circular-55, conforme a la escala Sheldon-Breen). Su valor fue estimado entre los 40 mil y los 50 mil dólares y su precio de venta final alcanzó los 55 mil dólares, más comisiones e impuestos correspondientes. Descripción física. En el anverso aparece un águila coronada vista de frente, volteando hacia la derecha y parada sobre un nopal. A su vez, el nopal crece en la parte superior de un puente de tres arcos. Del lado izquierdo aparece la denominación en números arábigos (“8”) y del lado derecho una “R”, que significa “Reales”. En el perímetro se lee en latín la leyenda abreviada: “Fernando VII por la gracia de Dios”, y la fecha (1811). En el reverso se muestran varios elementos: aparece una mano sosteniendo un arco y una flecha apuntando hacia arriba; ambos elementos aparecen también en las monedas tipo SUD de Morelos. Se ven también una lanza, otra flecha, un carcaj y una honda. En el perímetro se lee la inscripción en español: “Provicional (sic) por la Suprema Junta de América”. Marco histórico. La Suprema Junta Gubernativa de América fue establecida el 19 de agosto de 1811 por Ignacio López Rayón en Zitácuaro, Michoacán. Tras el fusilamiento de Hidalgo el 30 de julio de ese año, López Rayón convocó a una asamblea para decidir el futuro del movimiento insurgente. Se acordó la creación de la mencionada Junta, encargada de dirigir al ejército rebelde. Como en un principio la Junta se estableció para gobernar en nombre del rey Fernando VII (hecho prisionero por Napoleón en 1808), las primeras monedas de plata que mandó acuñar tenían, en contra de la convicción de Morelos, la leyenda en latín “Fernando VII por la gracia de Dios”. Se trata de piezas de ocho reales acuñadas entre 1811 y 1812. Su diseño es interesante porque combina elementos de las monedas coloniales con motivos que luego serán distintivamente mexicanos: en el anverso se aprecia el águila coronada sobre un nopal y en el perímetro de la pieza se lee la citada leyenda en referencia a Fernando VII. Esta pieza posee una especial relevancia histórica y numismática por tres razones. Primera, aparece en una moneda el emblema del águila, que se convertirá más tarde en el escudo de la nación independiente (ya sea como república o como imperio). Segunda, esta pieza fue de las primeras acuñadas por los rebeldes insurgentes y su calidad es muy elevada por lo que toca a la calidad de acuñación y a los elementos que componen el diseño, los cuales hacen referencia a las armas para defender a la nueva nación que se insinúa con el águila. Tercera, la pieza es un testimonio material del agudo conflicto político que ocurría al interior del movimiento insurgente: por un lado, Morelos pugnaba por eliminar toda referencia al rey español de las proclamas y de la moneda insurgente; mientras que por el otro, López Rayón, de una posición más moderada, refrendaba la lealtad de la Junta a Fernando VII y proponía que ésta gobernase en su nombre en tanto estuviera preso en Francia. Razones de su elevado valor. Además de las características ya mencionadas que vuelven particularmente interesantes las piezas emitidas por la Suprema Junta Gubernativa de América, la moneda que aparece en el catálogo de la Colección del Milenio tiene un elevado precio de mercado porque su calidad de su acuñación es excepcional, pues todos los elementos del diseño y las leyendas son perfectamente visibles. Además, su condición está evaluada como Casi sin circular-55 de acuerdo con la escala Sheldon-Breen, algo particularmente llamativo por tratarse de una pieza de necesidad. Ambos elementos vuelven a esta moneda una rareza extrema, lo cual aumenta considerablemente el valor de cualquier pieza numismática. 8.7.6. Ocho reales de cobre tipo SUD de Morelos con emparrado de vid (1812-1814) Una de las monedas más significativas de México, en términos históricos y numismáticos, es la pieza de ocho reales tipo SUD con emparrado de vid acuñada en cobre por órdenes de Morelos entre 1812 y 1814, en distintos lugares como Tecpan (Guerrero), Acapulco (Guerrero), Tehuacán (Puebla), Huautla (Morelos), Tierra Caliente (Michoacán) y la ciudad de Oaxaca. Descripción física. Al ser una pieza de necesidad, existe gran cantidad de pequeñas variantes en los diseños de estas monedas. En consecuencia, se describen a continuación sólo los elementos comunes a todas ellas. En el anverso aparece un arco con una flecha y la palabra SUD debajo, en referencia al hecho de que Morelos era el encargado del ejército insurgente en el sur del virreinato. En el reverso se ven la denominación de la pieza con números arábigos acompañada de la letra “R” (Reales), el año de acuñación, el monograma de Morelos, formado por las letras “M” y “o” ligadas, y un diseño de círculos y líneas onduladas que representa un emparrado de vid. Marco histórico. Esta pieza tiene una enorme relevancia histórica por dos razones principales: por un lado, es la primera pieza insurgente en la que toda referencia a la monarquía española está ausente. Como se recordará, las monedas acuñadas por órdenes de la Suprema Junta Gubernativa de América en 1811 y 1812 aún contenían el nombre de Fernando VII en el anverso y, además, el águila aparecía coronada. Por otro lado, el diseño del emparrado de vid es un símbolo de rebeldía, ya que hace referencia a la prohibición de cultivar vid en la Nueva España desde 1595 por decreto de Felipe II. La razón de esta prohibición radicaba en que el clima de América era tan propicio para este fruto que su producción rivalizaba con la de España, lo que afectaba a los campesinos de la metrópoli. Por ello, el hecho de que Morelos haya incluido un emparrado de vid en sus monedas indica la voluntad de los insurgentes de repudiar las restricciones y la tutela de España sobre su colonia. De entre los jefes insurgentes, Morelos era sin duda quien tenía la voluntad independentista más férrea, lo cual quedó fielmente reflejado en su acuñación. Finalmente, desde el punto de vista numismático, esta pieza presenta un interés adicional (junto con las demás denominaciones, también en reales, del tipo SUD acuñadas en cobre): se trata de la primera pieza fiduciaria producida en México, es decir, una moneda cuyo valor facial es mayor a su valor intrínseco. Como se recordará, las monedas previas que ostentaban la unidad monetaria de “real” estaban acuñadas en plata. Las monedas de cobre de Morelos eran promesas de pago: al triunfo de los insurgentes, los portadores de las mismas podrían cambiarlas por su valor en plata. Razones de su elevado valor. Estas piezas tienen un valor histórico y numismático que no necesariamente se ve reflejado en un elevado precio de mercado. Según la guía más confiable para establecer el precio de monedas mexicanas, la North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins (edición 2011), el precio de las monedas de 8 reales tipo SUD acuñadas en cobre puede variar entre los 12 dólares y los 2 mil dólares (más comisiones e impuestos correspondientes), este último precio para las raras piezas acuñadas en Huautla y que contienen la leyenda “Fabricado en Huautla”. Asimismo, la guía citada no asigna precio para ciertas variantes de las piezas tipo SUD acuñadas en plata, lo que significa que en una subasta los precios que podrían alcanzar son muy elevados. Como ocurre siempre con las piezas numismáticas, su precio va de la mano con la rareza y la condición. Es difícil encontrar piezas tipo SUD en las escalas superiores en cuanto a la condición, por lo que en este caso la rareza de las variantes determina su precio. 8.7.7. Ocho escudos con el águila ganchuda de 1823 Tras la caída del imperio de Agustín de Iturbide en marzo de 1823, fue proclamada la República. Ese mismo año comenzó la acuñación republicana, siguiendo el mismo sistema monetario vigente durante la Colonia: las piezas de plata se denominaban en reales y de oro, en escudos. De entre éstas, la pieza de 8 escudos de 1823 es particularmente valiosa. El catálogo de la Colección del Milenio le asignó a una pieza de esta clase, en condición Sin circular-62 en la escala de Sheldon-Breen, un precio de entre 20 mil y 25 mil dólares. Su precio final de venta en la subasta de 2008 alcanzó los 42 mil dólares (más comisiones e impuestos correspondientes). Descripción física. En el anverso aparece el águila de perfil izquierdo devorando una serpiente que se enrosca sobre sí misma, por lo que se le conoce como águila de perfil. El águila está parada sobre un nopal que está enmarcado por sendas ramas de laurel y de roble. La leyenda del perímetro dice: “República Mexicana”. El marco está decorado con gráfila. En el reverso se ve un brazo derecho sosteniendo en una vara un gorro frigio de la libertad, con un libro abierto en el fondo en el que se lee la palabra “Ley”. La inscripción del perímetro en la parte superior reza: “La libertad en la ley”. En la parte inferior aparecen la denominación y la unidad monetaria (“8 E.”), la marca de la ceca (la “M” con la “o” encima), el año de acuñación (1823), las iniciales del ensayador (“J.M.”) y la ley (21 quilates). El marco también está decorado con gráfila. Marco histórico. En marzo de 1823, Agustín de Iturbide renunció a su cargo como emperador. La república fue proclamada y se constituyó el Poder Ejecutivo Supremo el 8 de abril del mismo año. Se componía de tres personas: Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. El 14 de abril de ese año se emitió un decreto en el que se establecían las características de la bandera y del escudo nacionales. El escudo, que aparecería en el anverso de las monedas, mostraría a un águila vista de frente volteando a la izquierda, sin corona y parada sobre un nopal, con las alas desplegadas y devorando una serpiente. En el perímetro debería leerse la inscripción “República Mexicana”. Sin embargo, durante el primer año de acuñación se produjeron piezas en las que el águila del escudo aparece de perfil izquierdo, lo cual vuelve a estas piezas, sobre todo a las de oro, una rareza. De todas las denominaciones en escudos producidas desde la proclamación de la República, sólo la pieza de 8 escudos de 1823 presenta en el anverso el águila de perfil. A partir de 1824, todas las piezas en escudos presentan en el anverso el águila de frente con las alas desplegadas. Por lo que toca al diseño del reverso, aparece por primera vez en 1823 el conocido popularmente como “de manita”, en el que una mano sostiene con una vara el gorro frigio que representa la libertad. Ese diseño se mantuvo en las piezas de oro hasta 1869, año en que aparece el diseño “de balanza”. Así que la pieza descrita tiene una doble importancia: desde el punto de vista numismático, constituye una rareza por el tipo de águila que aparece en su anverso y por haber sido acuñada sólo en 1823 y exclusivamente en la Casa de Moneda de la ciudad de México (recuérdese que esa época existían trece casas de moneda regionales). Desde el punto de vista histórico, su relevancia radica en tratarse de la primera pieza de oro acuñada por la naciente república. Razones de su elevado valor. Además de las razones ya señaladas que convierten a las piezas “de la manita” de 1823 en una rareza, la moneda que aparece en el catálogo de la Colección del Milenio resulta particularmente valiosa por su extraordinaria condición. Se trata de una pieza Sin circular-62, lo cual significa que se halla prácticamente en el mismo estado con el que abandonó la casa de moneda. Otro factor que contribuye a su elevado valor es que muestra una variante rara: la cola de la serpiente aparece enroscada mientras que en el tipo más común la cola está curvada. 8.7.8. Ocho reales de 1823 con la serpiente desafiando al águila En 1823 comenzó igualmente la acuñación de piezas republicanas en plata con denominación en reales. Durante ese año, las piezas tenían en su anverso el águila de perfil izquierdo devorando la serpiente, que aparece enroscada y viendo también hacia la izquierda. Sin embargo, en el catálogo de la Colección del Milenio se presenta una pieza de prueba de 8 reales de 1823 en la que la serpiente está viendo al águila en actitud desafiante; además, el diseño de la posición del águila es ligeramente distinto al de las monedas usuales. Estas variantes, junto con la excelente condición de la pieza, convierten a esta moneda en una rareza extrema, y por ello su valor se calculó entre los 50 mil y los 60 mil dólares. Su precio final en la subasta de 2008 de la casa Goldberg alcanzó los 77 mil 500 dólares, más comisiones e impuestos correspondientes. Descripción física. En el anverso aparece el águila de perfil izquierdo parada sobre un nopal con la pata izquierda y con la derecha, agarrando una serpiente. Ésta no se muestra enroscada, sino que está viendo hacia el águila con la boca abierta, como desafiándola. La posición de las alas del águila varía ligeramente del diseño usual. El nopal crece sobre una roca que se halla sobre unas líneas onduladas que representan el lago de Texcoco. El conjunto está enmarcado por hojas de roble y laurel. La leyenda del perímetro, enmarcada por dos flores, reza: “República Mexicana”. En el reverso aparece un gorro frigio en el centro del campo, del cual salen rayos de luz en todas direcciones. Sobre el gorro está inscrita la palabra “Libertad”. En el perímetro de la parte inferior, enmarcados también por dos flores, se muestran los siguientes elementos: la denominación de la pieza (“8 R”); la marca de la ceca; el año de acuñación; las iniciales del ensayador (“J.M.”) y la ley de la pieza expresada en dineros y granos (“10 Ds. 20 Gs”, es decir, 10 dineros con 20 granos, equivalentes a 0.902 milésimas). Cada uno de estos elementos está separado por una estrella. Marco histórico. Las piezas de 1823 fueron las primeras acuñadas por la naciente república. Las piezas de plata muestran en el reverso el diseño del gorro frigio radiante de la libertad, el cual, con diferentes variantes, es el diseño más usado en la historia del México independiente (con excepción, desde luego, del escudo nacional). En las monedas de 20 centavos de 1974 se retomó el gorro frigio para el diseño del reverso (en el cual aparece junto con la Pirámide del Sol de Teotihuacán), con que este elemento abarca más de 150 años de historia numismática mexicana. Por tanto, las piezas de plata de 1823 son especialmente significativas por tratarse del primer año en el que este elemento decoró las piezas republicanas, en las cuales, por supuesto, cualquier motivo monárquico estaba ausente. Además, la pieza descrita es particularmente interesante desde el punto de vista numismático por la rareza del diseño del anverso. Esta moneda se trata sin duda de una prueba. En las pruebas, el grabador juega con distintas variantes del diseño; en este caso, la serpiente del escudo nacional se muestra en una pose sumamente inusual, desafiando al águila. Razones de su elevado valor. Por si la rareza extrema de la pieza descrita no fuera suficiente, su condición es excepcional. Ésta fue catalogada como Prueba-63 en la escala Sheldon-Breen, por lo que se trata de una pieza sin circular en la que la calidad de la acuñación es fuera de lo común, lo que permite apreciar el inusual diseño en todos sus detalles. 8.7.9. Suriana de dos pesos de 1915 La Revolución mexicana fue sin duda un evento crucial no sólo para la historia política de México, sino también para la numismática. Las diferentes facciones en disputa emitieron abundante moneda de necesidad (metálica y de papel); particularmente profusas fueron las emisiones ordenadas por Venustiano Carranza y Francisco Villa. Por su parte, Emiliano Zapata también mandó acuñar moneda metálica en los estados del sur bajo su control. De entre las emisiones zapatistas, una destaca sobre el resto: la pieza de plata llamada “Suriana” de dos pesos, acuñada en el estado de Guerrero. En el catálogo de la Colección del Milenio se incluye una Suriana con canto liso, lo cual la vuelve una rareza extrema. Fue valuada entre los 30 mil y los 35 mil dólares, y su precio final de venta alcanzó los 42 mil dólares más comisiones e impuestos correspondientes. Descripción física. En el anverso aparece el escudo nacional con el siguiente diseño: el águila se ve de frente con las alas desplegadas y volteando a la derecha, parada sobre un nopal y devorando una serpiente. El nopal crece sobre una roca y ésta, a su vez, está colocada sobre unas ondas que representan el lago de Texcoco. A sus lados hay sendas ramas de roble y de laurel. La leyenda de la parte superior reza “República Mexicana”. En la parte inferior se lee la denominación (“Dos Pesos”), la marca de la ceca (“Gro.”, abreviatura de “Guerrero”) y el año (1915). La gráfila perlada decora el marco de la pieza. Al centro del campo del reverso aparece un sol con rostro humano del que salen rayos en todas direcciones. En la parte inferior se ve la silueta de dos montañas y en medio de ellas, la silueta de un volcán del que sale una columna de humo que se dispersa hacia la derecha. Alrededor del perímetro se lee la leyenda: “Reforma, Libertad, Justicia y Ley”. En la parte inferior se lee también: “Suriana”. Entre el sol radiante y el lema aparece la inscripción “Oro: 0.595”. El marco está decorado igualmente con gráfila. Marco histórico. El 25 de noviembre de 1911 Emiliano Zapata promulgó el Plan de Ayala, en el que exigía la devolución de tierras a los campesinos y desconocía al gobierno de Francisco Madero, al que acusaba de traicionar la causa campesina. Después del golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta, que culminaría con el asesinato de Madero el 22 de febrero de 1913, Zapata desconoció también al usurpador y reanudó la lucha en el sur del país. A principios de 1914 las tropas zapatistas tomaron la ciudad de Chilpancingo (Guerrero) y otras poblaciones del estado. Los zapatistas emitieron moneda metálica en los poblados de Atlixtac, Cacalotepec, Taxco, Campo Morado y Suriana. Estos dos últimos son campos mineros de donde los zapatistas extrajeron oro y plata para sus acuñaciones. Las piezas comparten el diseño antes descrito, pero las acuñadas en ciertos lugares son mucho más raras que otras. Ello es precisamente lo que ocurre con las piezas producidas en Suriana, las cuales son muy escasas. El general Adrián Castrejón, miembro del Ejército Libertador del Sur comandado por Zapata y quien llegaría a ser gobernador de Guerrero, las mandó acuñar en 1915. La pieza que aparece en el catálogo de la Colección del Milenio es además, sumamente rara por la excelente calidad de acuñación y por la fineza y grosor del cospel en el que fue troquelada. Se trata de una pieza en la que todos los detalles y leyendas se aprecian con sobresaliente claridad. Esto resulta más llamativo por el hecho de tratarse de una moneda de necesidad, las cuales suelen ser producidas en condiciones precarias. Asimismo, la relevancia histórica de las piezas zapatistas radica en la inclusión del lema “Reforma, Libertad, Justicia y Ley”, con lo que se demuestra nuevamente cómo las monedas son, además de medios de pago, vehículos para la transmisión de mensajes políticos. Razones de su elevado valor. Al igual que con las piezas anteriores, el elevado valor de la “Suriana” radica en su rareza y condición. Como se mencionó, la Suriana es, dentro de la acuñación zapatista, la más escasa. Asimismo, la pieza reseñada tiene una calidad sobresaliente. Por si fuera poco, su condición es Casi sin circular-55 en la escala Sheldon-Breen, lo cual indica que se conserva prácticamente intacta. Así pues, además de su valor histórico y numismático, estos factores le hacen alcanzar un elevado precio de mercado. 8.7.10. Sesenta pesos de oro de Oaxaca (1916) Como producto de la gran confusión política creada por el golpe de Estado de Victoriano Huerta contra Madero en 1913 y el alzamiento de Carranza como jefe del Ejército Constitucionalista, el estado de Oaxaca, liderado por el gobernador José Inés Dávila, se separó temporalmente de la federación de los Estados Unidos Mexicanos por considerar que no existía un gobierno federal en funciones. Como parte de las atribuciones que asumió para sí el estado estaba la de acuñar moneda. Se acuñaron piezas en oro, plata y cobre con diferentes diseños y denominaciones. De todas las piezas acuñadas, sin duda la más valiosa en términos numismáticos y comerciales es la pieza de 60 pesos de oro emitida en 1916. Según la guía North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins (edición 2011), el precio de estas piezas fluctúa entre los 10 mil y los 28 mil dólares (más comisiones e impuestos correspondientes), dependiendo de la condición en la que se encuentren. Descripción física. En el anverso aparece en el centro del campo el busto de perfil izquierdo de Benito Juárez, enmarcado por sendas ramas de encina y de laurel. Alrededor de la efigie se lee la inscripción: “Estado L. y S. de Oaxaca”, es decir, “Estado Libre y Soberano de Oaxaca”. En la parte inferior, también rodeando la efigie, se lee: “60 pesos oro”. Decora el marco una grafila floral. En el reverso se retoma el diseño de balanza adoptado durante el gobierno de Juárez en 1869: aparece un gorro frigio radiante (con la inscripción “Libertad”) en la parte superior del campo. Debajo se ve una balanza (que representa el poder judicial) en la que se lee sobre un pergamino la palabra “Ley” (que representa al poder legislativo) y, detrás de la balanza, aparece una espada que representa al poder ejecutivo. En el perímetro superior se lee la leyenda: “República Mexicana”. En la parte inferior aparecen el contenido de ley de la pieza (902.7), las iniciales “T.M.” y el año (1916) separados por sendas estrellas. Las iniciales corresponden a Teófilo Monroy, director de la casa de moneda de Oaxaca. Decora el marco el mismo diseño floral del anverso. Marco histórico. La separación de Oaxaca del resto de la federación ocurrió el 3 de junio de 1915 con la promulgación de un decreto firmado por el gobernador José Inés Dávila en el que se explicaban las razones de tal decisión. La principal, era la falta de un gobierno federal legítimo y la guerra entre las distintas facciones revolucionarias que hacía peligrar la estabilidad de las instituciones. Como consecuencia, el estado de Oaxaca tomó la decisión de asumir plena soberanía y regirse por la constitución de 1857. Entre las funciones que se atribuía el estado estaba la de emitir su propia moneda. La moneda provisional de Oaxaca es sin duda la mejor lograda del periodo revolucionario; fue acuñada en oro, plata y cobre con diferentes denominaciones y formas. Entre las piezas de cobre se hallan los famosos centavos rectangulares; estas piezas tienen esa forma porque fueron acuñadas a partir de rollos de cobre rectangulares. Se sabe que fueron muy mal recibidas debido a que agujeraban los bolsillos de quienes las empleaban, por lo que muy pronto fue suspendida su producción. Por su parte, la moneda de oro de sesenta pesos de Oaxaca es, debido a su rareza, la pieza más célebre del periodo revolucionario. Los historiadores creen que sólo fueron acuñadas entre treinta y cuarenta de estas piezas; las que se ofrecen a los coleccionistas a menudo son falsificaciones. El contenido de ley de esta pieza es de .902 milésimas, sumamente elevado si tomamos en consideración las difíciles circunstancias en las que fue producida. Debido a su escasez y a su magnífica manufactura, es muy probable que fueran pruebas. El 3 de marzo de 1916, las fuerzas constitucionalistas de Carranza hicieron caer al gobierno de Dávila y reintegraron a Oaxaca a la federación. La mayor parte de la moneda provisional fue destruida y fundida. Las monedas de oro de 60 pesos tienen una doble importancia histórica y numismática: por un lado, son testimonio de la profunda división que se produjo en México a causa de la lucha revolucionaria; por otro, son una muestra de la calidad en la producción numismática del país. Razones de su elevado valor. Las monedas oaxaqueñas de 60 pesos de oro son extremadamente raras, lo cual siempre dota a las piezas numismáticas de un gran valor a los ojos de los coleccionistas. Además, y tomando en cuenta las condiciones en las que fue producida, su excelente manufactura las vuelve particularmente deseables. Como en los restantes casos, la condición es junto con la rareza, la clave para determinar el precio de mercado de una pieza numismática. Según la guía North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins (edición 2011), una moneda de oro de 60 pesos acuñada en Oaxaca en 1916 tiene un precio de 10 mil dólares en condición Muy Fino; de 20 mil dólares en condición Extra Fino y de 28 mil dólares en condición Sin circular (más comisiones e impuestos correspondientes). 8.8. Monedas mexicanas accesibles 8.8.1. Peso de plata con diseño de balanza (1869-1873) Los pesos de plata con diseño de balanza acuñados por primera vez en 1869, son un clásico de la numismática mexicana porque por primera vez incorporan ese diseño y por primera vez en el México republicano se incluye la denominación en pesos. Su precio de catálogo oscila entre los 50 y los 4 mil dólares, pero en las tiendas numismáticas pueden hallarse (aunque con cierta dificultad) por un precio que varía entre 800 y mil 200 pesos. Descripción física. En el anverso se muestra el águila vista frente, con las alas desplegadas, volteando a la derecha y devorando la serpiente. El nopal crece sobre una pequeña roca con el lago de Texcoco a su alrededor. El conjunto está enmarcado por sendas ramas de encino y de laurel. La leyenda reza “República Mexicana”; en el exergo aparece el año de acuñación. En el reverso se ve en el centro del campo el diseño de balanza que representa los tres poderes republicanos: una balanza (poder judicial), con un pergamino en el que se lee la palabra “Ley” (poder legislativo), con una espada cruzada detrás (poder ejecutivo). Encima del conjunto aparece un gorro frigio resplandeciente, símbolo de libertad. En el perímetro inferior se ven la denominación con letra (“Un peso”), la marca de la ceca (que varía dependiendo de en qué casa de moneda del país fue acuñada), la inicial del ensayador y la ley del metal fino contenido (902.7). Marco histórico. El 15 de marzo de 1857 el gobierno provisional de Ignacio Comonfort publicó un decreto en el que se introducía el sistema métrico a partir del primero de enero de 1862. En él se señalaba que la unidad monetaria sería la peseta de plata. El 15 de marzo de 1861 Benito Juárez publicó un segundo decreto en el que se refrendaba la introducción de dicho sistema para la fecha prevista. La intervención francesa de 1862 y la huida del gobierno de Juárez de la capital en 1863 impidieron que se cumpliera en su totalidad con lo dispuesto en el decreto, ya que apenas se acuñaron monedas de 1, 5 y 10 centavos. Durante el segundo imperio (1864-1867), el emperador Maximiliano ordenó que la moneda fuera adaptada al sistema decimal. Tras la caída del imperio en 1867, el gobierno republicano hizo nuevos intentos por establecer este sistema, que fue definitivamente adoptado durante el gobierno de Manuel González (1880-1884). En 1869 aparecieron las monedas de tipo “balanza”, cuya unidad monetaria era ya el peso y que sustituyeron a las piezas de plata con denominación en reales. Como muestra de la importancia que tenía la moneda mexicana en el comercio internacional de la época, véase lo siguiente: debido a que los pesos de plata de tipo balanza tenían el mismo peso y la misma ley que los de ocho reales, pero con un diseño diferente, los comerciantes de extremo oriente los veían con desconfianza y cobraban un sobreprecio de 3 o 4 por ciento a quien pagara con ellos. Para remediar la situación, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada autorizó en 1873 que se volvieran a acuñar piezas de ocho reales de plata con el diseño del gorro frigio de la libertad. Éstas se produjeron hasta 1897, cuando Porfirio Díaz ordenó que se volvieran a acuñar pesos de plata. Por qué resulta interesante. El diseño de balanza es, junto con el del gorro frigio resplandeciente, el más distintivo de la numismática del México independiente (con excepción, desde luego, del escudo nacional). En consecuencia, un coleccionista querrá poseer al menos una pieza con este diseño. Los pesos de 1869 a 1873 son deseables por tratarse de la introducción del diseño de balanza, así como por incorporar por primera vez en la acuñación de la república la denominación en pesos. Además, su contenido de plata la vuelve una moneda valiosa por sí misma. 8.8.2. Peso de plata con gorro de la libertad (1898-1909) Los pesos de plata con el gorro de la libertad resplandeciente, acuñados entre 1898 y 1909, son bellos ejemplares muy representativos de la historia numismática nacional. En los catálogos su precio varía entre los 20 y los 500 dólares, según la condición y el año de acuñación. Pueden hallarse en tiendas numismáticas por un precio que oscila entre 600 y mil pesos. Descripción física. En el anverso se muestra el escudo nacional con el diseño del águila vista de frente, con las alas desplegadas y volteando hacia la derecha mientras devora la serpiente. Está parada sobre un nopal, que se encuentra sobre una roca con el lago de Texcoco debajo; enmarcan la parte inferior del diseño sendas ramas de encino y de laurel. La leyenda reza: “República Mexicana”. En el reverso aparece, ocupando la mayor parte del campo, el gorro frigio resplandeciente con la palabra “Libertad” inscrita en él. En el perímetro inferior se ven la denominación (“Un peso”), la marca de la ceca (una “M” con una pequeña “o” arriba a la derecha), el año de acuñación, las iniciales del ensayador y la ley del metal fino contenido (902.7). El canto es estriado. Marco histórico. El 27 de mayo de 1897 fue autorizado el nuevo diseño de las piezas de un peso, las cuales comenzarían a circular a partir de 1898. Estas piezas reemplazarían a las monedas de 8 reales autorizadas por Lerdo de Tejada y retomarían la denominación de “peso”, la cual había dejado de usarse desde que la producción de los pesos de balanza cesó en 1873. El diseño del reverso retoma el gorro resplandeciente que decoraba las piezas de 8 reales, con ligeras modificaciones. Un dato interesante es que las piezas de un peso acuñadas en 1908 y 1909 son las únicas que conservaron la leyenda “República Mexicana” en el anverso, después de que la Reforma Monetaria de 1905 instituyera como inscripción del escudo “Estados Unidos Mexicanos”. También resulta interesante mencionar que en 1949 fueron producidas 10 millones 250 mil piezas de un peso con el año de 1898 en el exergo para ser vendidas a la República de China. La Casa de Moneda de México acuñó 8 millones 250 mil de ellas, mientras que la Casa de Moneda de San Francisco produjo los restantes 2 millones, con ligeras variaciones. Por qué resulta interesante. Estas piezas resultan atractivas por su bello diseño y su contenido de plata. Las piezas de un peso de 1898 a 1909 resultan ideales pues, a diferencia de las que fueron producidas después en las que el gorro se mostraba muy pequeño en la parte superior del campo, en aquéllas este elemento ocupa la totalidad del campo. Además, las piezas acuñadas en 1908 y 1909 tienen la peculiaridad de conservar en el anverso la leyenda “República Mexicana”. 8.8.3. Peso de caballito (1910-1914) Los llamados “pesos de caballito”, emitidos por vez primera en 1910 para conmemorar el centenario del inicio de la guerra de Independencia, son un clásico de la numismática mexicana. Su diseño es sumamente atractivo y su contexto histórico interesante. Su precio de catálogo según la North American Coins & Prices oscila entre los 45 y los 3 mil 750 dólares, dependiendo de su condición y del año que en que fueron acuñados (los emitidos en 1914 son los más raros). En las tiendas numismáticas pueden comprarse pesos de caballito en muy buena condición por alrededor de 800 pesos. Descripción física. En el anverso se muestra el escudo nacional con el diseño del águila vista de frente, con las alas desplegadas y volteando hacia la derecha mientras devora la serpiente. Está parada sobre un nopal, que se encuentra sobre una roca con el lago de Texcoco debajo; enmarcan la parte inferior del diseño sendas remas de encino y de laurel. En el perímetro se lee: “Estados Unidos Mexicanos”. A los lados del escudo aparece la denominación en letras: “Un peso”. En el reverso aparece la figura ecuestre (es decir, a caballo) de la libertad con una rama de roble en la mano derecha y una antorcha en la izquierda, con el sol saliente detrás. Aparece también el año de emisión en el exergo. En el canto se lee la leyenda “Independencia y libertad”. No aparece la marca de la ceca, aunque todas estas piezas fueron acuñadas en la ciudad de México. Marco histórico. El 27 de diciembre de 1909 el gobierno de Porfirio Díaz publicó un decreto en el que autorizaba la emisión de monedas de plata con valores de un peso y 50 centavos para conmemorar el centenario del inicio de la guerra de Independencia. El diseño de las piezas fue hecho en Francia por el grabador Charles Pillet, pero sólo se aceptó el diseño de las monedas de un peso. Estas monedas circularon junto con las piezas ordinarias de un peso del tipo “resplandor” (el clásico diseño del gorro frigio radiante) y tenían el mismo contenido de ley (.902 milésimas). A estas piezas se les conoció con el nombre popular de “pesos de caballito”. Ésta fue la primera moneda conmemorativa acuñada en la Casa de Moneda de México. Por qué resulta interesante. Los pesos de caballito son sin duda una de las piezas más bellas y representativas de la numismática mexicana; por ello, resultan sumamente atractivas para quien inicia una colección. Adicionalmente, esta pieza fue emitida por primera vez en el año en que se conmemoraba el centenario de la Independencia por órdenes de Porfirio Díaz, quien poco tiempo después habría de abandonar el poder debido a la revuelta revolucionaria. 8.8.4. Veinte centavos de cobre con la Pirámide del Sol (1943-1974) Las monedas de veinte centavos de cobre con el diseño de la Pirámide del Sol se encuentran entre las piezas más atractivas de la segunda mitad del siglo XX en México. Su bello diseño y su precio accesible las vuelven ideales para quien busca iniciarse en el coleccionismo numismático. Su precio de venta para ejemplares muy bien conservados oscila entre los 100 y los 150 pesos. Descripción física. En el anverso aparece el escudo nacional con el águila de perfil izquierdo devorando la serpiente parada sobre un nopal; el conjunto está enmarcado por sendas ramas de encino y de laurel. En el perímetro se lee “Estados Unidos Mexicanos”. El reverso tiene un bello diseño: en el centro del campo se muestra la Pirámide del Sol de Teotihuacán, en cuya base se lee precisamente “Teotihuacán” en letras diminutas. En el fondo se aprecian las siluetas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl; sobre éstos aparece la denominación de la pieza con número (“20”), y en medio de los dígitos está el gorro frigio resplandeciente de la libertad. Debajo de éste se ve la marca de la ceca. En el exergo se lee “Centavos” y, debajo, el año de acuñación. Estos dos últimos elementos están enmarcados, a la izquierda, por un cactus y, a la derecha, por hojas de nopal. El canto es plano y el marco grafilado. El diseño fue obra de Manuel L. Negrete, grabador en jefe de la Casa de Moneda de México en aquella época. Marco histórico. La moneda de 20 centavos con la Pirámide del Sol es una de las piezas más bellas de la segunda mitad del siglo XX en México. Resulta interesante por combinar el clásico diseño del gorro frigio con un elemento distintivo del México prehispánico. Este diseño tuvo una gran aceptación entre el público y se conservó por más de treinta años. Finalmente, el periodo de acuñación de esta pieza coincide con una de las épocas de mayor crecimiento de la economía mexicana, periodo conocido como “el milagro mexicano”. 8.8.5. Cinco pesos conmemorativos en plata del Ferrocarril del Sureste (1950) La pieza conmemorativa de cinco pesos en plata del Ferrocarril del Sureste, acuñada en 1950, es considerada como una de las más bellas de la numismática nacional. Puede adquirirse en tiendas numismáticas por un precio que oscila entre los 600 y los 800 pesos, dependiendo de la condición en la que se halle la pieza. Descripción física. En el anverso se muestra el escudo nacional con el águila de perfil izquierdo, de tamaño más pequeño de lo habitual. Debajo del escudo se lee la denominación con letras (“Cinco pesos”), y más abajo aparece la marca de la ceca y el año de acuñación. En el perímetro se lee “Estados Unidos Mexicanos”. A la izquierda del escudo, en letras muy pequeñas, aparecen el contenido de ley (.720) y el peso (277/9 G) de la pieza. El reverso es otra obra maestra a cargo de Manuel L. Negrete: en el centro del campo se muestra un ferrocarril que avanza de izquierda a derecha, enmarcado por dos palmeras y un fondo tropical. Al fondo se ve un sol resplandeciente en el que aparece de nuevo el año de acuñación. En el perímetro se lee “Inauguración del Ferrocarril del Sureste” y, en el canto, “Agricultura Industria Comercio”. Marco histórico. Durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) se inició la planeación de un ferrocarril que uniría el puerto de Coatzacoalcos (Veracruz) con Campeche y le península de Yucatán. Los trabajos iniciaron durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), pero no fue sino hasta el sexenio de Miguel Alemán (1946-1952) cuando finalmente, en 1950, fue inaugurado el Ferrocarril del Sureste. Esta obra fue un gran avance en su tiempo, pues permitió la integración del sureste con la región del Golfo y con el centro del país (la obra hizo posible el viaje en tren desde la ciudad de México hasta Mérida). Las grandes obras de infraestructura y comunicaciones fueron la marca del sexenio de Alemán y por ello su gobierno decidió inmortalizar una de las más importantes en una moneda conmemorativa, la cual es un inmejorable testimonio del afán de progreso que definió a esa época. Por qué resulta interesante. Esta pieza es considerada por los numismáticos como una de las más bellas del México independiente. El diseño del reverso destaca por el detalle del grabado y lo peculiar del evento evocado, pues no se acostumbraba conmemorar en las piezas numismáticas obras de infraestructura, sino más bien celebraciones patrias. Además, resulta una pieza que puede encontrarse a precio razonable y en muy buena condición, por lo que resulta ideal para un coleccionista principiante. 8.9. Glosario numismático básico Como toda ciencia, la numismática cuenta con una serie de términos técnicos especializados que emplean quienes se dedican a ella. A continuación se presenta un glosario de términos básicos que son de utilidad para todo aquel que quiera involucrarse en esta disciplina. Acuñar. Imprimir y sellar una pieza de metal, especialmente una moneda o una medalla, por medio de cuño o troquel. Anverso. Cara principal de las monedas, medallas y billetes. En el caso de las monedas mexicanas, el anverso corresponde al escudo nacional (el águila parada sobre un nopal devorando la serpiente). Área. El espacio de las dos caras de las monedas o medallas y sobre el cual se representan las figuras y leyendas que las componen. Billete (papel moneda). Documento al portador que actualmente emite el banco central de un país y circula como medio legal de pago. En México están fabricados con papel o polímero y son emitidos por el Banco de México. Borde o Aro. La circunferencia de la moneda que sirve de límite al campo de la pieza. Cabeza. El anverso o la cara de la moneda. Campo. Lo mismo que área. Canto. Borde exterior y lateral de la moneda. Puede ser estriado, liso, con leyenda, entre otros. Ceca. Casa de la moneda, del hispanoárabe sekka. Taller o fábrica donde se acuñan las monedas. También, la marca o inscripción de la casa que acuña monedas y que aparece en una de las dos caras de la pieza. En las monedas mexicanas, la ceca aparece como una “M” mayúscula con una “o” pequeña encima (abreviatura de “México”) en el reverso de las mismas: . Cordón. El grabado, la labor o la leyenda que tienen muchas monedas en el canto. Protección en las monedas de México a partir de 1732 para evitar su mutilación y falsificación. También se refiere al canto de la moneda. Hay diversos tipos: estriado, incuso, liso, etcétera. Cospel o flan. Disco liso de metal sobre el cual se acuñan las monedas. Cuño. La forma y los accidentes que tiene una moneda según la matriz con que fue hecha. Troquel para sellar monedas o medallas. Impresión que deja este sello. Denominación. Letras o cifras inscritas en la moneda o billete y que indican su valor de cambio. Exergo. La parte inferior del campo de la moneda, en donde se graba una palabra, una sentencia, una fecha, el nombre del lugar de acuñación, el valor de la moneda, etc. Inscripción. Las palabras que se graban en el campo, alrededor de la circunferencia de la moneda, o bien escritas en líneas horizontales. Ley. Proporción de metal fino que contiene una moneda. Leyenda. Lo mismo que inscripción. Medalla. Pieza de metal batida o acuñada, comúnmente redonda, con alguna figura, inscripción, símbolo o emblema, y que cumple una función conmemorativa más que comercial. Carece de denominación y de poder liberatorio. Módulo. El tamaño de la moneda o medalla determinado por el de su diámetro (en milímetros). Moneda. Del latín moneta, que era el sobrenombre aplicado a la diosa romana Juno y dado a las monedas porque había una fábrica de ellas al lado del templo de la diosa. Pieza de metal que sirve de medida común del precio de las cosas y se emplea en pagos y transacciones. Pruebas. Piezas que han sido golpeadas con un troquel sumamente pulido y que permiten al acuñador verificar que la amonedación será correcta con el uso de ciertos troqueles y cospeles. En la actualidad, se le otorga el término proof (prueba en inglés) a las monedas con acabado especial (espejo) hechas para coleccionistas y no para el uso cotidiano. Prensa de acuñación. Tiene un cuño fijo grabado y otro movible que al bajar imprime ambas caras de la moneda. Existen varios sistemas: de volante, de tornillo, de vapor, mecánicos, entre otros. Relieve. Figuras grabadas en la moneda o medalla. Reverso. Cara secundaria de la moneda o medalla opuesta al anverso. Por lo general, contiene la denominación, la ceca, el año de acuñación y, en su caso, el motivo alusivo al evento conmemorado. En algunas piezas, especifica la cantidad de metal fino que contiene. Tipo. Monedas cuyos diseños, leyendas y formas de fabricación son muy similares, independientemente de su año, denominación o metal. Troquel. Pieza de acero grabado que sirve para acuñar monedas. Catálogo en línea de la biblioteca de Banxico Colección numismática del Banco de México Recomendaciones para el manejo, almacenaje y conservación de piezas numismáticas American Numismatic Association Asociación Numismática Española Blog Monedas de México. Apuntes de numismática mexicana Blog numismático. Archivo correspondiente a mayo de 2011 Catálogo en línea de la Colección del Milenio, apartado de monedas mexicanas Sociedad Numismática de México, A. C. Subastas de Ira y Larry Goldberg, autores de la Colección del Milenio United States Mint (Casa de Moneda de Estados Unidos) Alberto Francisco Pradeau: Historia numismática de México. Desde la época precortesiana hasta 1823, México, Banco de México, 1950. Alberto Francisco Pradeau: Historia numismática de México. De 1823 a 1950. 4 vols. México, Sociedad Numismática de México, 1957-1959. Burton Hobson, What you should know about coins and coin collecting. A basic guide for beginners and experts, Greenwich, Conn, Fawcett Publications, 1965. David C. Harper, Harry Miller y Thomas Michael: 2011 North American Coins & Prices: A Guide to U.S., Canadian and Mexican Coins. Iola, Wisconsin, Krause Publications, 2010. 20ª edición. Du cacao au nuevo peso. La numismatique mexicaine, México, Banco de México-Banque Nationale de Belgique, 1993. Ira y Larry Goldberg: The Millennia Collection. The New World (Including Africa, Asia and Oceania), Venta 46B, Sesión 3, Mayo 26 de 2008, Beverly Hills, Cal. José Gómez de la Cortina, Nociones elementales de numismática, edición facsimilar de la de 1843. México, Academia Mexicana de Estudios Numismáticos, 1975. José Manuel Sobrino: La moneda mexicana. Su historia, México, Banco de México, 1972. Michael Grant, Roman history from coins, Cambridge, Cambridge University Press, 1958. Theodore Buttrey y Clyde Hubbard: A Guide Book of Mexican Coins. 1822 to Date. Iola, Wisconsin, Krause Publications, 1992. |